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Mariscos Don Arturo: tradición, frescura y expansión

Mariscos Don Arturo: tradición, frescura y expansión

Benjamín Salazar impulsa el legado familiar con una nueva planta procesadora. Conoce su historia y sabor auténtico. ¡Descúbrelo ya!

Benjamín Salazar, lleno de energía y planes para el futuro, el dueño de uno de los restaurantes de mariscos con más historia en la zona nos habla del siguiente paso en un proyecto que surtirá a la carretera de producto fresco y de calidad.

La entrevista se desarrolla lejos del centro del Monterrey, en la carretera hacia Santiago. A través de las ventanas los autos van y vienen, y el ronroneo se fusiona con el ruido de la cocina y los comensales del mediodía. Este ambiente tranquilo es el trasfondo de una historia que abarca los esfuerzos de dos hombres, padre e hijo, para sacar un negocio adelante con dedicación y emprendimiento. Don Benjamín Heladio Salazar lo recuerda entre risas y algo asombrado por el paso del tiempo.

Cerca de la cocina cuelga un cuadro grande con la figura de su padre. En 1981, don Arturo dejó su trabajo de veinte años como taxista y compró la cantina de un familiar. Después movería el restaurante a un terreno enfrente de la carretera, el cual se convertiría en la matriz. Duraría al frente del restaurante hasta el 95. A través de su carisma y esfuerzo, el local ganó respeto como una opción agradable, con buen producto y ambiente familiar.

Donde su papá montó los cimientos y la reputación, don Benjamín trabajó las recetas, apostó por ideas nuevas y aumentó las sucursales. El menú ha crecido en los últimos 22 años y ahora incluye especialidades, sopas y tostadas para complacer a cualquiera que visite el local. La idea de tiendas de mariscos Don Arturo y de sucursales exprés empezó a principios del 2000 y ha sido otra manera de posicionarse no sólo como restaurant, sino también como proveedor.

Esa propuesta toma ahora un giro mucho más grande y ambicioso con la nueva planta procesadora de productos del mar, la cual está próxima a iniciar operaciones en las siguientes semanas. Las obras de construcción empezaron en octubre del año pasado en la parte trasera del restaurante. Las instalaciones lucen ahora impresionantes, con espacios bien delimitados y tecnología de refrigeración de la más alta calidad. Con un área de abarrotes, almacén, cuarto de verduras y de productos terminados, la procesadora planea mover un tráiler diario de unas veinte o veinticinco toneladas.

¿Cómo empezó Mariscos Don Arturo?

Fíjate que fue algo bien curioso. Mi tío empezó un negocito en la orilla de la Presa de la Boca, pero no donde está exactamente el área restaurantera. Era un área un poquito más escondida llamada El Embarcadero. Mi papá era taxista en el Hotel Monterrey, pero mientras lo reubicaban por lo de la Macroplaza se dio cuenta de que mi tío estaba vendiendo su restaurante y se lo compró. Antes era un tipo cantinita, iban los señores a tomar y a comer su pescado. Total se queda papá con el negocio, y empezamos a trabajar mi mamá, mis hermanos, yo, todos pues. Yo tenía 11 años. Me daban unas corajones brutos porque iba saliendo de la secundaria y papá me estaba esperando para decirme “Órale, vámonos, a trabajar”.

¿Y por qué mariscos?

Bueno, porque así era el lugar que tenía mi tío. Pero era un menú, cómo te diré, muy básico. Era mojarra chica, mediana y grande. Y coctel de camarón y camarones para pelar. Era todo el menú. Había cinco restaurantes pegados y este era el pobrecito, el que no tenía clientela, porque había tenido un giro más cantinón.

Papá, echándole todas las ganas del mundo, en un par de años haz de cuenta que ya éramos los líderes del barrio. Por dos o tres cosas. Papá, que en paz descanse, fue una persona que tenía mucha plática, era muy carismático con la gente, él caía bien y lo seguía la gente. Y como estuvo trabajando tanto tiempo de taxista, te conocía perfectamente toda la ciudad de Monterrey. Ocupaba algo y decía “Ah ya sé dónde, creo que lo vi la vez pasada”. Y se iba a una y otra colonia a conseguir pescado fresco. Se hizo compadre de los que vendían, los proveedores. Y tenía preferencia. Es más, los que estaban ahí de fuertes, venían con mi papá para que les comprara los productos frescos.

¿Cuándo tomó las riendas del restaurante?

En el 95 yo me caso. En el 92 o 93 hubo un problema del cólera, y a todos los restaurantes de mariscos se nos bajó bastante el trabajo. Pero para eso ya tenía papá en la presa La Boca unos catamaranes para pasear gente. Cada quién había emigrado a otros trabajos, yo era el que estaba pegado con papá. Me entró a mí la edad de casarme y me dijo “Sabes qué hijo, quédate con el restaurant tú”. Empecé a trabajar. Aquí en el local de la carretera sí se ponía impresionante. Llegó un punto que ya un domingo atendíamos dos mil, dos mil 500 gentes aquí en este local. Desde las 12 del mediodía hasta las 7 de la tarde con lista de espera. Doscientas y pico de mesas en lista de espera un domingo. Era una exageración la verdad. Terminaba yo encerrado en un barecito chingado y de que ay caray está lleno otra vez.

¿Cómo cambió el menú?

Las recetas son mías. Por decir yo cuando me caso en el 95, mi papá me dice ahí está el negocio, quédatelo. Y venía con la cocina básica, que era el pescado, el camarón pa’ pelar. En aquel tiempo ya teníamos filete empanizado, sopa de arroz, sopa de mariscos. Era un menú donde cabía todo en una hoja de un solo lado. Abajo nomás sodas, refrescos, Tecate. Y entonces ya cuando entré empezamos a meterle un poquito, a variarle: camarones a la diabla, camarones al ajillo, y luego que a los tres quesos, que el cilantro, que esto, que aquello. Empezamos a hacer un menú un poquito más complicado.

¿Cuándo se expandieron?

Para principios del 2000 abrí un Don Arturo Express en Allende. Al poquito tiempo llegó un señor que tenía un restaurant que iba a cerrar por problemas de salud y me ofrece el local. Total, quitamos el Express y pusimos Mariscos Don Arturo en Allende. Abrí otro por Guadalupe sobre Eloy Cavazos. Luego abrimos la primera tiendita de mariscos en Allende en el 2005. Después fue aquí en El Cercado, pegado al Seven por el Auto Zone que está por la carretera. Y el año pasado abrí uno enfrente del Colegio Madison por el Antiguo Camino. Y a la semana abrí un restaurante en Aramberri y Doblado. Entonces ahorita ya son ocho restaurantes, cuatro tiendas y ahora la procesadora de alimentos.

¿En qué consiste este nuevo proyecto?

Mi intención es seguir con el restaurant y tener las mejores opciones aquí, pero aparte ser una opción para todos los restaurantes de acá del sur, para que no tengan que ir a la ciudad. Ahorita el problema que traemos acá en el sur, igual que en toda la ciudad de Monterrey, es el tráfico. Ahorita con ir a surtir a Monterrey estás echando a perder casi seis horas de tu tiempo, por el tráfico que hay y que no haya un accidentito porque iban hablando por celular, mensajeándose. La intención también es vender las porciones a salones de eventos, a casinos, a otros restaurantes. En lugar de que ellos compren camarón y que lo pelen y todo eso, yo les vendo 500 porciones y ya no se meten en la merma. No tienen que sobrar ni faltar.

Con tanto crecimiento, ¿ha considerado las franquicias?

En alguna ocasión platiqué con alguien que conocía mucho de ese tema. Y me hizo el comentario “Aguas, esto no es cualquier cosa, una franquicia tienes que tener manuales de operaciones, tienes que tener garantías y dar garantías. No nomás es para ti. Tú estar seguro, ellos estar seguros también”. Porque hay mucha gente que ahorita se adelanta con eso. Ponen cualquier cosita y ya, voy a franquiciarlo. Y no, no es así.

Y a su vez pienso, en mi humilde opinión, vas cayendo en un restaurant americanizado, que ya tienes todas las cosas congeladas. Y aquí es un poquito más artesanal nuestra cocina. El camaroncito lo doras con su mantequita en sus tiempos, para echarle ahí tantito consomesito para que rebaje la salsa a la diabla. El ajito picadito, no con los frascos de ajo ya picado.

¿A qué adjudica el crecimiento de la empresa?

Fue a base de puro trabajo, con puro recurso propio del negocio. No hubo inversiones. Además, es muy importante el área humana en un negocio para que sea exitoso. Trabajar en equipo es la única manera en que podemos salir adelante. Como negocio, como nación, como todo. Y si arrancamos cada quien por su lado, no avanzamos.

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