El regreso a la normalidad
No necesariamente local significa calidad. Hay que hacer hincapié en consumir lo local bien hecho.
Redacción por: Eslem Torres
La revolución cervecera “artesanal” (digámosle así a la cada vez mayor demanda de producto interesante y bien hecho, hablando de cervezas sin defectos, off-flavors o contaminaciones) se ha convertido en una de las primeras más grandes objeciones a la innecesaria globalización de los alimentos y bebidas. Lo cual es más importante de lo que parece a primera vista, ya que representa el gradual triunfo de la identidad de cada producto y su lucha contra la mercantilización. En la que el consumidor busca y espera una variedad real en lo que consume, no sólo que sea lo mismo con otra etiqueta, además de esperar que las personas que están detrás de esas marcas representen la misma idea que su producto está vendiendo.
Desde hace tiempo se ha venido promoviendo esta idea, lo que gente más experta que yo en el tema de los alimentos llama "regreso a la normalidad", que es consumir local, pero con la fuerte insistencia en que no necesariamente local significa calidad, sino en consumir lo local bien hecho.
Esto no significa cerrarnos a culturas del exterior y productos de fuera, es de hecho todo lo contrario lo que nos permite regresar a la normalidad gracias al viejo dicho "piensa global, actúa local". No es querer copiar lo de fuera, sino aprender de ello y adaptarlo a nuestra realidad local. Buscar como productores propuestas más desafiantes y arriesgadas, porque aun siendo local y de calidad, los consumidores nos cansamos de esas falsas variedades ¿Cuántas cervecerías no abren con un estilo que con algún otro productor ya tuvo éxito? ¿Cuántos restaurantes no abren cada semana ofreciendo un menú que bien podría ser un copy-paste de otro que vende el mismo tipo de alimentos? ¿Cuántos dueños le ponen más empeño en la identidad gráfica que en el producto que ofrecen? Tener más cantidad de lugares no significa en realidad que estemos teniendo verdaderas opciones.
No dejemos que el miedo a perder usos y costumbres nos quite la oportunidad de mejorar lo que se pueda mejorar, de cambiar lo que se haya que cambiar y eliminar lo que tenga que ser eliminado.