Lax Don es un delicioso platillo japonés
14 de abril

V. Lax Don

Cuando lo probé me di cuenta de que todo lo que sabía sobre comida japonesa estaba equivocado.
Redacción por: Anais Quintanilla
Fotografía por:

Había estado caminando todo el día viendo museos y obras de arte. No me molesta en lo absoluto caminar pero soy de esas personas que sin comida no funcionan o, más bien, se trastornan. Mis compañeras lo empezaban a notar y la verdad es que ya eran las tres o cuatro, ¿cinco? ¿Cuánto mas faltaba para la siguiente comida? Horas, días tal vez… Decidimos tomar un descanso y buscar un restaurante. Nuestro profesor conocía bien la zona ¡gracias a Dios! de lo contrario nos hubiera tomado años enteros escoger el lugar, buscar cómo llegar, transportarnos, ordenar… tiempo incalculable de espera.

 

El tiempo pasaba, mi hambre no concedía tregua y mi cara comenzaba a reflejar todas las complejas emociones que sentía en ese momento. Al menos teníamos un destino fijo. Llegamos a un pequeño lugar que parecía un bar de sushi: una barra larga de madera  y unas cuantas mesas. Se veía como un auténtico restaurante japonés. Al entrar mi cara no podía disimular más el disgusto. Era primavera pero todavía hacía frío y la verdad yo solo tenía ganas de comer algo caliente. El sushi se veía muy bien pero no era el momento indicado para una comida fresca.

 

Pregunté en el mostrador si había algun platillo caliente, aunque no tenía muchas esperanzas. La verdad no entendía nada y en mi estado de inanición hubiera sido imposible comprender cualquier cosa. Afortunadamente el menú tenía fotos y podías ver exactamente lo que te iban a servir. La chica apuntó hacia arriba: “Lax don”, dijo animada. Salmón y arroz, pensé. Se veía bien. Un platillo sencillo y sin complejidades. “El salmón está cocinado”, agregó. Lax don, pues, y una sopa miso. Al menos la sopa estaría caliente y nos la servirían rápido.

 

Nos sentamos en una esquina. Cuatro personas en esa mesa se sentía un poco justo pero nos acomodamos como quiera. Nos servimos té (que sí estaba calientito) y esperamos la llegada del miso. Conversamos un poco, distraídamente. Mis expectativas eran inciertas, aunque David nos aseguró que el lugar era excelente, la verdad era que yo no pensaba en más que comida. “Cuatro sopas miso” dijo la chica mientras ponía cuatro tazoncitos sobre la mesa. Olía muy bien. ¡Al fin, comida! Lo que siguió fue una grata sorpresa pues la sopa estaba deliciosa. Solo tenía cebollín y unos cuantos cuadritos de tofu suave. El sabor era ligero y cálido, un preámbulo perfecto para el plato fuerte que estaba por llegar.

 

Otro chico nos trajo los platillos en tazones hondos de cerámica tradicional japonesa. La presentación era increíble. El salmón estaba cubierto con una ligera salsa oscura y debajo una cama de arroz blanco. Se veía hermoso y no sólo lucía bien, al probarlo me di cuenta de que todo lo que sabía sobre comida japonesa estaba equivocado. Es difícil describir la perfección de ese plato, el balance perfecto de los ingredientes: la salsa, el salmón, el arroz y unos pedacitos de cebollin asado. En ese momento comprendí algunas cosas sobre la comida en general y sobre la tradición del minimalismo japonés en particular. La meticulosidad de preparar algo tan sencillo de forma perfecta es una habilidad que solo los japoneses pueden convertir en una forma de arte.

 

Algunos años después, ya de regreso en la Sultana del Norte, cometí el error de comprar una salsa de ostión en lugar de salsa de soya. No me percaté hasta llegar a casa y al abrir la botella supe que me había equivocado sutilmente. La probé, sin tener muchas expectativas, honestamente no esperaba nada en particular, pero el sabor me resultó familiar, lo recordaba de algún lugar. Salmón, arroz, pensé. El lax don regresó a mi memoria inmediatamente.

 

Como de costumbre decidí experimentar y tratar de recrear la salsa. Compré unos pedazos de salmón con piel y una bolsa de arroz para sushi. Ya en casa mezclé media taza de la salsa de ostión, dos cucharadas de salsa de soya, una de aceite de ajonjolí y una cucharadita de miel de maple. Puse la salsa a calentar, a que hirviera unos minutos y retiré del fuego. En una sartén caliente puse un poco de aceite y freí las piezas de salmón sobre la piel y tapé. Dejé cocinar unos 4-5 min hasta que estuviera bien cocido. El secreto para obtener un salmón perfecto es freírlo directamente sobre la piel y tapar, dejarlo unos cuantos minutos hasta que se despegue de la sartén sin esfuerzo. De esta forma obtendrás una textura perfecta y cocción uniforme.

 

Preparé una taza de arroz para sushi y serví un poco en un tazón hondo: una cama de arroz con una pieza de salmón encima, tres piezas de cebollín asado todo cubierto con una buena capa de la salsa oscura. Desafortunadamente no tengo ningún plato de cerámica tradicional japonesa pero por lo menos tengo un par bonito de palillos chinos. El resultado fue excelente. La salsa estaba ligeramente dulce y el sabor era perfecto, una recreación fabulosa y acertada del lax don.

 

Para esta receta mi recomendación es jugar un poco con las proporciones de la salsa. Si la quieres un poco más ácida agrega más salsa de soya, o si te gusta un poco más dulce agrega un poco más de miel de maple. Juega con los ingredientes y encuentra tu balance perfecto.

 

¡Sayonara!

 

Anais

 

Lax Don es un rico platillo japonés con una lista básica de ingredientes.

 

Ingredientes:

2 piezas de salmón con piel

3 Tallos de cebollín en pedazos

2 tazas de arroz para sushi ya preparado

 

Para la salsa:

1/2 Taza de salsa de ostión

2 Cucharadas de Salsa de Soya

1 Cda. de Aceite de ajonjolí

1 Cdita. de Miel de maple

Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio.
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