Columna - Salud - Encuentra el equilibrio
18 de octubre del 2018

Encuentra el equilibrio

Las “reglas” no aplican para todos. Toma en cuenta tu bioindividualidad al adoptar un estilo de alimentación que te favorezca a ti.
Redacción por: Sandra Estrada
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Nos encanta que nos pasen fórmulas ya probadas con éxito. La dieta que le funcionó a la amiga, lo que hizo el otro para ponerse súper fit y bajar grasa, lo que hace uno para tener más energía y otro para desintoxicarse. Y si es una pastillita o suplemento, o una dieta con menú súper específico, mejor. No queremos batallar.  La queremos fácil. Y queremos tener a quién o a qué culpar si no obtenemos los mismos resultados que nos prometieron. Pero si existiera un solo secreto para lograr estas metas y un solo estilo de alimentación perfecta, creo que ya lo hubiéramos encontrado, ¿no? Ya no habría tantas dietas que nos enseñan totalmente lo contrario, tantos ejemplos de gente que ha logrado lo que quiere haciendo cosas literalmente opuestas. ¿O a poco no conoces a quien mejoró increíblemente su salud y su peso haciéndose vegano, así como al que también lo logró siguiendo una dieta paleo, con altas cantidades de proteína animal?

 

Obvio yo tampoco tengo la respuesta. Lo que propongo es dejar de pensar que es así de fácil y tomar la responsabilidad de tu propia salud explorando qué es lo mejor para ti. Que le entres de verdad al experimento, conociendo y escuchando a tu cuerpo más de lo que escuchas al “experto” o al amigo que te contó la razón de su éxito. Hay que escuchar a todos y luego experimentar, sabiendo que nada te dará más sabiduría que conectarte a tu propio cuerpo.

 

Hay que conocerse. Tanto la edad como el sexo, el nivel de actividad, el tipo de actividad, el nivel de estrés, ¡hasta el lugar donde vives influye! Por ejemplo, hay gente que quema más carbohidrato como combustible y gente que quema más grasa. En ese sentido no puedes seguir la misma dieta que todos.  Cada uno tiene que descubrir cuánto de estos alimentos tolera su cuerpo sin subir de peso. Hay gente que digiere mucho mejor y de hecho necesita más producto animal que otras. Por ello no se sentirá igual que su amigo vegano a quien eliminar este grupo de alimentos le cambió la vida. Hay gente que no tolera mucho tiempo sin consumir alimentos y se encuentra mucho mejor al hacer cinco o seis comidas pequeñas durante el día, y hay gente para quien esto es mucho y no le viene bien. (A mí no me gusta y que me estén forzando a comer se me hace lo más antinatural. De hecho como de más y subo de peso. Me hace mucho más sentido comer sólo cuando tengo hambre y no cenar si no quiero).

 

Hace unos años me hicieron, en el lapso de tres meses, tres pruebas especializadas para saber cuál era el estilo de alimentación adecuado para mí.  Las tres arrojaron resultados tan diversos que resultó de lo más frustrante porque no se podía sacar una dieta de los alimentos que tenían en común los tres. Decidí comer lo que me hiciera sentir bien.  Es un camino lento, de prueba y error, de muchos experimentos. Y sigo sin tener todas las respuestas, pues esto es algo cambiante y dependiente de tantos factores que hay que seguirlo haciendo toda la vida. Pero no me siento tan impotente de que otro me tenga que decir qué comer, a qué hora y en qué cantidad.  Me educo, me informo, pido opiniones, hago mis ajustes… pero me siento en control.

 

Mi punto es un cambio de mentalidad. De buscar allá afuera a escuchar aquí adentro.  La alimentación siempre había sido intuitiva hasta hace algunos años que se complicó con tantas opciones de alimentos procesados y tantas teorías diversas. Sí necesitamos a los expertos, pero al igual que un psicólogo, uno bueno es el que te ayuda a llegar a la solución por ti mismo. Te da información, te apoya y guía en tus experimentos. Te ayuda a llegar a conclusiones, pero sabe que hay muchos caminos para llegar a Roma y que lo importante es encontrar el tuyo. Confía en tu cuerpo, que es el que tiene todas las respuestas. Lo más probable es que tu punto de equilibrio resulte ser un mix de muchas cosas que intentaste.  Un estilo de alimentación que tiene un poco de aquí y de allá, un equis estilo de ejercicio, tal técnica de relajación, etcétera. Y esto empodera porque te da mayor sentido de logro haberlo diseñado solo.

 

¡Ánimo!  A tomar las riendas de nuestra salud y dejar de buscar que una formulita mágica nos resuelva la vida.

 

¡Saludos!

 

 

Ajonjoli
10 de octubre del 2018

Barritas de ajonjolí

... y otros usos para esta excelente semilla.
Redacción por: Sandra Estrada
Fotografía por:

 

Algo de lo que más me piden es ideas de snacks saludables. A veces se nos cierra el mundo de qué mandarles a los niños de lunch al colegio, o qué llevarnos a la oficina para media mañana o media tarde. Me encanta buscar ese tipo de recetas y luego hacerles mis variaciones. Aquí les dejo esta que encontré hace mucho tiempo en Green Kitchen Stories y que sigo haciendo en mi casa porque fue un exitazo, tanto con mis hijos como con amigos. Las he llevado a desayunos, meriendas, etc., y siempre me piden la receta. Y lo que me encanta es que una manera buenísima de usar una semillita que generalmente no utilizamos y que nos aporta un montón de nutrientes:  el ajonjolí, que entre otras cosas contiene calcio, magnesio, cobre, manganeso, hierro, triptófano y zinc, mucha fibra y una buena porción de proteína y grasa.

 

Necesitas:
1 1/2 T. de nuez pecana o de castilla
1 T. de ajonjolí
1/3 T. de goji berries
1/2 T. de pasas y/o arándanos deshidratados
4 C. de miel de abeja o de maple
3 C. aceite de coco
1/2 T. de coco rallado sin endulzar
1 c. sal de mar

* Le he agregado también bolitas de cacao con jengibre de Botánica y queda delicioso.

 

Para prepararlos, muy ligeramente tuesta las nueces a fuego bajo en un sartén. Transfiérelas a tu procesadora de alimentos o una licuadora potente y conviértelas en harina. Agrega el ajonjolí al sartén y ligeramente tuesta, tomando en cuenta que es muy sensible al calor, o sea teniendo cuidado de no quemarlo. Mientras, procesa las pasas, arándanos, goji berries en el procesador y vacía todo en un plato hondo. (Te puedes saltar este paso pero van a pegar mejor tus barritas si “rompes” un poco las berries.) Agrega miel, aceite de coco, coco rallado y sal y mezcla todo hasta que esté muy bien combinado. Pasa la mezcla a un pyrex pequeño (20 x 25 cm) sobre papel encerado. Presiona muy bien la mezcla con tus manos y con una cuchara húmeda para que no se le peguen las semillitas. Refrigéralo por una hora, pártelo en barritas ¡y listo!

 

Otros usos para el ajonjolí:
Puedes hacer gomasio (ajonjolí tostado y molido con sal de grano) y usarlo para sazonar cacerolas de verduras, el arroz o la quinoa, etc. Da un sabor delicioso y es muy sencillo. Sólo lo tuestas un poco y lo mueles con sal de mar, aprox 6 C. de ajonjolí por 1 c. de sal. También puedes agregarle alguna especia como ajo, perejil, chipotle, etc. Guárdalo en un recipiente de vidrio a temperatura ambiente y se mantendrá fresco de dos a tres semanas.

 

Lo puedes poner sobre ensaladas y sopas. Yo suelo tener un recipiente de vidrio en el refrigerador con semillas de girasol, calabaza y ajonjolí mezcladas, y de ahí tomo una o dos cucharadas. Utiliza el aceite de ajonjolí para darle un sabor oriental a tus platillos. No lo uses para freír. Sólo agrega un poco ya que esté listo lo que cocines y mezcla.

 

La pasta o crema de ajonjolí (tahini) se utiliza para hacer hummus, uno de mis dips favoritos, mezclándolo con garbanzos molidos, aceite de oliva y limón. Puedes hacer aderezos a partir del tahini mezclando con más aceite de oliva y limón y usándolo como sustituto de mayonesa, para tortas, sándwiches, wraps, o hasta para ensaladas. También agregarlo en algunas galletas caseras, granola o cereal.

 

Hay muchas maneras de experimentar con él.

¡Ojalá alguna les sirva!

 

 

03 de abril del 2018

La grasa no es mala, pero hay de grasas a grasas…

Cinco razones en las que los aceites vegetales te desequilibran.
Redacción por: Sandra Estrada
Fotografía por: internet

 

Nos dijeron hace mucho que las grasas saturadas eran las culpables de tanta enfermedad cardiovascular y que las sustituyéramos por grasas poliinsaturadas. En otras palabras, que dejáramos de usar manteca de cerdo y mantequilla y usáramos mejor aceites vegetales, como comúnmente se llama a los aceites, más que nada, de soya, maíz, cártamo, girasol o canola.  Pero se ha visto de unos años para acá que esa recomendación no ayudó a bajar la epidemia de enfermedades crónicas degenerativas porque no era correcta. Se ha estudiado que la grasa saturada no tiene relación con este aumento de enfermedades de origen inflamatorio que vemos cada vez más, sino que el tipo de grasa poliinsaturada es el que afecta. No se había hecho distinción entre omega 3 y omega 6, cuya diferencia es crucial tomar en cuenta. Por eso tanto énfasis ahora en consumir omega 3, y por eso el regreso de la mantequilla y el aceite de coco a la cocina.

 

El omega 3 y el omega 6 son ácidos grasos que necesitamos obtener en nuestra alimentación. A lo largo de nuestra evolución, la proporción que hemos usado de omega 6:3 ha sido de 4:1 a 1:2, y en promedio actualmente consumimos un 16:1.  Este exceso de omega 6 y deficiencia de omega 3 es el problema, pues el primero tiene una función inflamatoria, mientras que el segundo, una antiinflamatoria. Necesitamos una respuesta de inflamación ,en algunos casos, como mecanismo de defensa, pero no en estas cantidades.  Estamos causando una inflamación constante, crónica y sistémica que no se había vivido antes. Y además de que el omega 6 inflama, impide obtener todo el beneficio del omega 3, pues reduce la conversión de ALA (la forma de omega 3 en las plantas) a EPA y DHA (la forma que nosotros usamos). De esta forma, estos ácidos grasos compiten entre ellos. Mientras más omega 6 tengas, más omega 3 necesitas; mientras menos omega 6 tengas, menos omega 3 necesitas.  Para equilibrarnos, necesitamos disminuir la cantidad de omega 6 que consumimos, y elevar la de omega 3.

 

El evitar aceites vegetales es una de las mejores maneras, pues son altísimos en omega 6 y no proporcionan omega 3. Por tanto, son causantes de una inflamación constante, pues actualmente los encontramos en casi todos los alimentos procesados (granolas, barritas, galletas, salsas y aderezos, papitas, fruta deshidratada, nueces y semillas), además de cocinar con ellos.

 

Por tanto, las principales razones para evitarlos son:

 

1. Producen inflamación sistémica la cual, hoy en día, es responsable de muchísimas enfermedades como cardiovasculares, diabetes, artritis, cáncer, depresión, desórdenes psiquiátricos, degeneración macular, asma, síndrome de intestino irritable, entre otras.

 

2. Alteran la composición de grasa en la célula, supliendo el lugar de grasa saturada y monoinsaturada con poliinsaturada. Al ser ésta la más inestable y reactiva de todas, causa daño oxidativo a funciones y estructuras vitales como el ADN.

 

3. Están hipertratados con químicos industriales y solventes tóxicos. Cuando son los menos resistentes al calor, son los más sobrecalentados y oxidados. Aunque los consiguieras extraídos a presión en frío, aún tienen el problema del exceso de omega 6. La mayoría contiene antioxidantes artificiales como BHA y BHT, relacionados con cáncer, daño renal y hepático, infertilidad, colesterol alto, problemas de comportamiento y daño al sistema inmune.

 

4. Se ha estudiado a los aceites de soya y canola y vienen cargados de grasas trans (desde 0.56 a 4.2%), principales causantes de enfermedades del corazón, diabetes, obesidad y cáncer.

 

5. La gran mayoría de estos aceites vienen de soya, canola y maíz genéticamente modificados.

 

 

¿Qué grasas consumir entonces?

 

Aceites de oliva y de coco extra vírgen extraídos en frío. También encuentras aceite de linaza, hemp, macadamia, chía, walnut, que puedes usar en frío en aderezos y que son altos en omega 3.

 

Carne, mantequilla y ghee de libre pastoreo

 

Aguacates

 

Nueces y semillas naturales, sin aceite vegetal

 

Pescado alto en omega 3 como sardinas, salmón salvaje o caballa

 

 

Para cocinar, prefiere grasas saturadas que son las que más toleran el calor (aceite de coco o mantequilla de libre pastoreo), o grasas monoinsaturadas, de vez en cuando, que toleran calor medio (aceite de oliva  o aceite de aguacate) siempre a fuego bajo.

Junto con los azúcares agregados y la harina refinada, los aceites vegetales juegan un rol principal en la epidemia occidental de enfermedades crónicas degenerativas de origen inflamatorio. ¡Evítalas siempre que puedas!

 

 

14 de marzo del 2018

Una dieta balanceada: Salud & Sabor

Para que tu dieta sea verdaderamente balanceada y funcional, no sólo debe darte salud, sino placer.
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Que tu dieta tenga buena proporción de proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas, etc., te va a dar salud, pero para que sea verdaderamente balanceada y funcional, no sólo debe darte salud, sino placer. Si te privas de él terminarás optando por sabor sin nutrición. ¡Busca un estilo de alimentarte que te dé ambas! Hay comida sana insípida, pero también hay comida sana deliciosa. Lo único que implica es un poco más de planeación e inversión.

 

No elimines… ¡Sustituye!
Espérate un poco antes de decidir no volver a comer tu snack preferido y busca la forma más saludable en que puedas comerlo. Hay versiones sanas de casi todo, y no hay excusa para encontrarlas pues la red está inundada de esta información. Por ejemplo:

 

Papitas y fritos: Deshidrata vegetales en el horno en la temperatura más baja. No tienes que freírlos para obtener ese crunch que tanto nos gusta.  Vierte un poco de aceite de oliva sobre ellos, pimienta cayena o paprika para darle sabor picosito, sal de mar, levadura nutricional para darle sabor a queso parmesano, y te aseguro que no extrañarás tus Chips o Takis Fuego.  Botany tiene buenas opciones, y hay varias marcas más. Sólo revisa que no tengan aceite vegetal.

 

Galletas y panecitos:  Crea barritas, bolitas o galletas con dátiles y fruta seca como arándanos, pasas y goji berries, nueces, almendras, pistaches y semillas diversas, cacao y otros superfoods, miel de maple, maguey o abeja.  Usa harinas de cereales integrales diversos como las de Morama que no contengan harina refinada para muffins, galletas y brownies. Si quieres comprarlos ya listos, Suculenta tiene opciones riquísimas. Para pan artesanal, Bread no falla, y Pan Benell es otra excelente opción.

 

Desayunos y snacks rápidos:  En lugar de cereales o bísquetes, dedícale cinco minutos más y prepárate un smoothie.  La fruta es excelente aunque si no le varías te aburre.  Pero, ¿qué tal un smoothie que parezca malteada y que te aporte los nutrientes que necesitas y energía para muchas horas?  Usa fruta congelada, vegetales verdes, proteína y grasa buena de nueces y semillas, aguacate o aceites de calidad, dátiles o miel para endulzar, y superfoods para un boost de nutrición.  Un smoothie así de completo no tiene nada que pedirle a un helado o malteada comercial. Hay combinaciones interminables y para todos los gustos. Los jugos verdes también suplen el antojo de lo dulce, si les agregas una fruta por cada tres verduras y son un shot de nutrición increíble.

 

No olvides que, además, hay que reentrenar al paladar para que rompa con su adicción a unos sabores y empiece a disfrutar otros.  También hay que reentrenar a la mente y deshacer algunas ideas y asociaciones que tenemos muy fijas de lo que sabe rico y lo que no. Toma tiempo pero luego tu mismo cuerpo te lo pedirá.

 

 

18 de enero del 2018

Lo que importa es lo que haces diario

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Para mí, vivir en equilibrio significa tener hábitos sanos, y un hábito es lo que hago en automático, lo que estoy acostumbrada hacer siempre sin pensarlo mucho. Y también que sepa disfrutar la ocasión cuando lo amerita, ser flexible y darme permiso de algunas excepciones. Lo que hagas de vez en cuando probablemente no producirá cambios en ti, ni para bien ni para mal. Así que hay que disfrutar esa salida a cenar con amigos o ese postre que te encanta, cuando realmente valga la pena. Lo que sí producirá un gran beneficio o un gran daño es eso que haces tooodos los días, año tras año, esos hábitos de los cuales tal vez no estés ni muy consciente.

 

Por ejemplo:

¿Qué tanta agua tomas al día, de la llave, de garrafón, de filtro? ¿Qué tan bueno es tu filtro? ¿La remineralizas? ¡Es tu principal nutriente!

¿Cuánta fruta y verdura sueles comer, como porcentaje de tu día? ¿Un aprox?  ¿Mínimo la mitad de tu plato es planta?

¿Con que endulzas, cuánta azúcar consumes?

¿Cuáles y qué tanta comida procesada acostumbras comer?

¿Qué tanto usas el microondas? ¿Sartenes de teflón? ¿Botellas de plástico?

¿Usas sal de mesa para cocinar? ¿Qué tanta?

¿Cuáles aceites utilizas para cocinar?

¿Comes harinas blancas todos los días?

¿Cuántas veces al día consumes proteína animal?

¿Qué tan variada es tu dieta? ¿Te inclinas siempre por lo mismo?

¿Alrededor de cuántos químicos te pones en la cara y en el cuerpo todos los días?

¿Qué tan frecuente haces ejercicio?

 

No podemos vivir libres de toxinas y de estrés y comer perfectamente siempre, pero podemos empezar por analizar eso que hacemos todos los días que es lo que más impacto tendrá en nuestra salud y bienestar.

 

Si ando en la calle tomo agua de la que sea, pero en mi casa tengo un buen filtro y remineralizo el agua con un poco de sal de mar antes de tomarla. Si voy a un restaurante pido café y no siempre tengo idea de la calidad, pero en mi casa cuido muy bien lo que estoy consumiendo, pues es un hábito diario. Si mis hijos suelen comer huevo muy seguido, voy a conseguir huevos orgánicos de libre pastoreo. Si les dan hot dogs en una piñata, adelante. Pero otra cosa es que en mi casa les dé salchichas para cenar. Como siempre, ¡cuestión de equilibrio!

 

La gente suele excusarse con comentarios como “Pues yo como todo eso y nunca me ha caído mal”, o “Poco veneno no mata”, etc. Es obvio que por una vez o varias no pasa nada, pero lo que sí enferma, lo que sí debilita a tu sistema inmune, lo que crees que no está teniendo efecto negativo hasta que lo tiene, es el daño acumulativo de una dieta crónicamente deficiente en nutrientes y alta en toxicidad.

 

Intenta hacer un cambio pequeño cada vez que vayas al súper. Cambia los edulcorantes artificiales por una buena miel, piloncillo o azúcar de coco, y la sal refinada por sal de mar. Otro día deja de comprar aderezos comerciales y sustitúyelos por una vinagreta hecha en casa.  Haz una carpeta con recetas para que a la mera hora no termines siempre con lo mismo. Métele mucho más vegetales a tu licuado y no sólo frutas. Pero no quieras hacer todo de un día para otro. Si te propones una cosa cada semana, al término del mes ya tendrás cuatro hábitos mejorados. Imagínate si eso hiciéramos todo el año. Si se te hace mucho, hazlo cada mes. Con cada cambio, por más pequeño que sea, damos un paso inmenso a favor de nuestra salud.

 

 

04 de enero del 2018

Cómo saber qué comprar orgánico

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Todos hemos escuchado que es mejor comer alimentos orgánicos pero algunos no entienden bien el porqué, cuáles son los más convenientes y cuáles nos podemos ahorrar.

 

Se ha observado en estudios que estos productos tienen un porcentaje de nutrientes más alto y mucho menos cantidad de pesticidas y químicos dañinos. Por estas dos razones sería lo óptimo comer todo orgánico. Además, al hacerlo aseguras que lo que ingieres no esté genéticamente modificado sin saber los efectos que eso a la larga traerá. Tercera razón.

 

Y aunque cada vez tenemos más variedad de estos productos en la ciudad, seguimos sin tener muchas opciones de fruta y verdura orgánica, que forman (o deberían formar) la base de nuestra dieta. Y de los que sí encontramos, hay unas muy buenas opciones pero que elevan muchísimo nuestro presupuesto. Cómo le hago para asegurar la mayor cantidad de nutrientes y la menor cantidad de pesticidas, hormonas, antibióticos y otros químicos tóxicos? ¿A qué le doy prioridad?

 

1. Al producto animal.
Es lo más cargado de toxinas, pues en la práctica convencional, para obtener la mayor cantidad de producto, los animales son sometidos a hormonas para su crecimiento, alimentados a base de granos transgénicos para una engorda más acelerada, proveídos de antibióticos para todas las enfermedades que contraen por su comida antinatural y las condiciones insalubres en las que viven, creando así bacterias cada vez más resistentes al antibiótico. Y todo esto es lo que absorbemos nosotros cuando lo consumimos. Por ello, busca carne de libre pastoreo, además de orgánica, pues quiere decir que se alimentó de granos orgánicos (maíz, soya) y no que pastó. Quieres los nutrientes del pasto, de su alimentación natural, no de una mezcla de granos altos en omega 6, un ácido graso que promueve la inflamación que el grueso de la población sufre. Se tiene que invertir mucho más para comer así diario, por lo que también te recomiendo reducir tu consumo de proteína animal y aumentar la vegetal, que además traerá muchos otros beneficios. Yo la consumo cuando tengo producto orgánico, y si no simplemente trato de evitarlo y sustituirlo con fuentes de proteína vegetal.

 

2.  A lo que comas diario.
Si eres cafetero, invierte en un buen café orgánico, pues es de lo que más está cargado de pesticidas y no quieres ese hábito diario. Si te gustan los cacahuates o la crema de cacahuate, invierte ahí también, pues es de los productos más contaminados. Cualquier otra cosa que sea parte de tu día a día, vale la pena obtener su mejor versión.

 

3.  A la soya y productos generalmente transgénicos.
Aproximadamente el 95 por ciento de la soya es modificada genéticamente, al igual que está pasando con el maíz. Consigues salsa de soya y tamari orgánica en HEB, y edamames y tofu orgánicos en Costco.

 

4. A los granos, leguminosas, nueces y semillas.
Son mejores, aunque no están tan cargadas de tóxicos como lo animal.

 

5. A las frutas y verduras.
Son las más cargadas de micronutrientes (vitaminas, minerales, enzimas, antioxidantes, etc.). No que no les dé prioridad, pero ahí sí que orgánicas o no orgánicas, la intención es que tu dieta se base en ellas. Te ayudan a desintoxicarte y a elevar el sistema inmune para defenderse de las agresiones de todo lo demás que introducimos, con lo que contrarrestamos un poco el daño que viene con los pesticidas y más. Frutas o verduras con cáscaras gruesas (como aguacate, piña, mango) o muchas capas (como repollo o cebolla) no absorben tanto los pesticidas y al pelarlos los removemos. Las que están más expuestas (vegetales de hoja verde, fresas, arándanos) y de las que consumimos la piel (manzana, pera, durazno, uvas), son mucho más importante de consumir orgánicas pues aunque la cáscara contenga muchos nutrientes, van para adentro junto con muchos anti nutrientes cuando no lo son. Intenta conseguir lo que puedas en la parte orgánica de HEB, algunas cosas en Costco, otras en tiendas naturistas que surten semanalmente algunos vegetales (como Carrots) y de todos modos come los que no encuentres orgánicos. Son más los beneficios que los daños.

 

Lo mejor es cuando podemos conocer a los productores, platicar con ellos y cuestionarlos. Mientras más sea la demanda, más será la oferta y tendremos precios más competitivos, por eso también hay que apoyar en la medida de nuestras posibilidades a quienes cuidan lo que hacen. Lo que invertimos en alimento, ¡invertimos en salud!

 

 

 

01 de octubre del 2017

Para no perder el equilibrio en la cena

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Generalmente con lo que más batalla la gente que viene a mis coachings es con las cenas.  Te levantas con muchas ganas de “portarte bien” y haces ejercicio, desayunas ligero y sano, comes algo de proteína animal junto a una ensalada y otros vegetales. Sin embargo en la tarde te empieza a entrar el ansia por un snack o algo dulce, a veces aguantas y otras veces sucumbes al antojo.

 

Pero lo que es seguro es que empiezas a imaginarte la cena, que es cuando ya quieres tirar la toalla, ya estás cansado, ya quieres relajarte, quizá tomarte un drink, quizá botanear un poquito de esto y de aquello, quizá pedir a domicilio, no esforzarte en cocinar…

 

Por la razón que sea. Algunos porque de tanto privarse todo el día de calorías y de los alimentos que les gustan, acumulan el hambre y agotan su fuerza de voluntad, pero es la cena el momento de más debilidad, donde comúnmente me piden más sugerencias y tips para poder seguir comiendo sano.

 

Estos son dos ejemplos de cenas que además de incluir mucho nutriente vegetal que es de lo que más estamos deficientes, no llevan proteína animal, dando por sentado que lo más probable es que ya la consumiste en la comida y no es necesario comer tanto en el día.  Así la cena también se hace más ligera y fácil de digerir.

 

 

Pan de germinados con espinacas, champiñones y tahini

– 1 pan de germinados estilo Ezequiel (o Central Market Organics que es el que uso yo), o también puede ser un pan de masa madre de Bread Panaderos, de Pan Benell o un pan negro de centeno.

 

– Un puñado de espinacas.

 

– Media caja de champiñones guisados en aceite de olive, salsa de soya y una pizca de chile de árbol.

 

– Tahini al gusto. Su sabor es fuerte así que puedes rebajarla un poco con aceite de olive y limón y mezclar muy bien a que quede una pasta que puedas untar en sandwiches, wraps, etc.

 

– Tuesta un poco el pan y úntale la mezcla de tahini, agrega el puño de espinacas y los champiñones guisados y disfruta.

 

– Si tienes mucha hambre y más necesidad de proteína, agrégale un huevo estrellado encima.  ¡Queda delicioso!

 

– Verduras marinadas en cama de aguacate

 

 

Esta receta no me la inventé yo como la otra, sino que la tomé de este blog que tiene buenas opciones: www.youngandraw.com

 

Ingredientes
1 aguacate
1 tomate sin semillas, en cubitos
1 taza de champiñones
1  tza. espinaca o kale
1 C. cebolla morada picada
1/2 c. cúrcuma en polvo
1/2 c. comino
1 C. jugo de limón
1 C. tamari (salsa de soya sin gluten, si no encuentras usa salsa de soya orgánica)
1/2 C. aceite de oliva
Sal de mar y pimienta al gusto
Pizca de hojuelas de chile seco

 

Procedimiento
– Marina por 10 minutos el tomate, los champiñones, espinaca o kale y cebolla en un platón con el tamari, el aceite de oliva, la sal y la pimienta. Mezcla de vez en cuando.

– Mientras, machaca el aguacate con la cúrcuma, el comino, el limón y el chile seco.

– Acomoda el aguacate en el plato y encima agrega las verduras marinadas.

– ¡Y listo!  Si necesitas otra fuente de proteína agrega un puñito de semillas de hemp, girasol o calabaza encima, o también pudieran ser garbanzos o lentejas.

 

Rico, sano y ligero.  ¡Espero les gusten!

 

 

01 de agosto del 2017

Semillas

Un alimento que tenemos muy olvidado y que aporta gran cantidad de nutrientes.
Redacción por: Sandra Estrada
Fotografía por: imagen de internet

Uno de los alimentos de donde saco parte de mi proteína y grasa, además de fibra, vitaminas y minerales, es de las semillas.  Parece increíble pero, por ejemplo, dos cucharadas de semilla de cáñamo (hemp) nos aportan cerca de 10 gramos de proteína completa, y el ajonjolí es una muy buena fuente de calcio (88 mg en una cucharada).  No acostumbramos mucho consumirlas y creo que es porque no sabemos ni cómo, así que aquí te dejo algunos tips que a mí me han servido para consumir más de estas maravillosas capsulitas de nutrientes.

 

Primero que nada, debido a sus aceites que se enrancian, necesitan guardarse del calor, de la humedad, del aire y de la luz.  Lo mejor es guardarlas en el refrigerador, en un bote de vidrio hermético.  Después, hay que planear a qué se las podemos agregar, como sopas, ensaladas o smoothies.

 

Una manera que a mí me ha servido es en un bote de vidrio que selle muy bien poner 1/4 de semilla de girasol, 1/4 semilla de calabaza, 1/4 semilla de ajonjolí (con cutícula, que también tiene muchos nutrientes) y 1/4 semilla de hemp.   Agito y mezclo y de aquí voy sacando para mis ensaladas, sopas, etc.  Además de sus nutrientes, me gusta el “crunch” que le dan.

 

La linaza no la agrego a esta mezcla porque ésta hay que molerla para poderla aprovechar. De otra manera, desaprovechas mucho sus nutrientes ya que tu cuerpo no la rompe, y así enterita como entra, o sale, o se queda atorada en el apéndice (y no te ayuda nada que sea tan dura, resinosa y puntiaguda).  Así es que esa ponla en otro botecito de vidrio.  Si la compras entera, muélela en procesador de alimentos o una licuadora potente, y guárdala.  Eso sería lo mejor pues se oxida rápidamente. Si no tienes cómo molerla, cómprala ya molida, pero empacada al vacío y en un empaque oscuro.

 

La chia está en otro bote distinto porque necesita remojo, lo cual hace sus nutrientes mucho más asimilables . La chia es fibra soluble que absorbe el líquido en el que esté, así que la verás crecer hasta diez veces su tamaño, siendo muy buena para dar una sensación de saciedad y energía durante largos períodos. Puedes crear un gel de chia mezclando 1/3 T de chia y 2 T de agua en un bote de vidrio y agitando.   En diez minutos se absorberá el agua y se formará el gel, el cual puedes usar para tus jugos, smoothies, limonada, sopas, etc. Dura hasta tres semanas en refrigerador. Otra opción es guardarla en seco y cada vez que la agregues a tu jugo, smoothie, etc., esperar 15-20 minutos para que se infle antes de comértela.   La linaza como la chia y como el hemp, tiene muchísimo omega 3. Así que consumir una cucharada al día es ideal.

 

Otras maneras en que puedes consumir semillas es en muesli (mezcla de semillas con una lechada vegetal, cuadritos de manzana y miel), galletas o barritas caseras, avena, granola, smoothie bowls, o simplemente en un pudín de chía. En mi blog www.puntoequilibrio.net y otras fuentes de internet puedes encontrar muchísimas recetas.  El chiste es consumirlas, así que espero que encuentres maneras de integrarlas a tu estilo de alimentación que te gusten y que te funcionen.

 

¡Saludos!

 

 

09 de julio del 2017

Lo que más afecta a nuestro equilibrio

Hay aditivos químicos que afectan nuestra salud y metabolismo, promoviendo enfermedad y sobrepeso.
Redacción por: Sandra Estrada
Fotografía por:

Suelo decir que yo no satanizo a ningún alimento, y es que no tengo nada en contra de ningún ALIMENTO: frutas, verduras, granos y cereales, nueces y semillas, leguminosas y proteína animal. Pero otra cosa son los aditivos químicos que no están destinados para consumo humano, aunque así lo acostumbremos.  Los que ayudan a dar color, sabor, mayor vida de anaquel, mejor textura, mejor apariencia; los que se encuentran en la mayoría de los alimentos procesados que consumimos y que son tan difíciles evitar.

 

Nos debería llamar bastante la atención que muchos de estos aditivos están desde hace tiempo prohibidos en Europa y otros países, mientras que la FDA (Food & Drug Administration) sigue permitiendo su consumo en Estados Unidos (y por ende en México, ya que la COFEPRIS tiende a alinearse con ellos y aparte usamos sus productos). Incluso algunas empresas que venden los mismos, tanto en EUA como en Europa crean dos versiones y los formulan con diferentes ingredientes, permitiéndose seguir usando estos aditivos tan dañinos (pero más baratos) acá que aún no los prohíben. La mayoría están relacionados con todo tipo de enfermedades, desde asma, hiperactividad en los niños, alergia, fatiga, depresión, hasta cáncer. Además, trastornan nuestro sistema hormonal y nuestro metabolismo, promoviendo el sobrepeso y la obesidad.

 

También deberíamos saber que la gran mayoría no han sido estudiados. La FDA tiene registro de aproximadamente tres mil de estos aditivos, mientras que la cantidad de químicos que ahora ha entrado a la cadena alimenticia asciende a diez mil.  Y aquí vale la pena hacer conciencia también de que, aunque se realicen estudios para comprobar su seguridad, es casi imposible saber el efecto que tendrán pues se analizan aislados, no combinados con todo el coctel de otros químicos con los que los mezclan en un producto.  El efecto de varios de éstos juntos puede ser trágico y son tantas las combinaciones y cantidades que ingerimos en cada alimento procesado que es de locos poder medirlo. Además está el factor tiempo.  Los estudios son muy cortos y de resultados inmediatos. No sabemos qué pasa con la exposición prolongada.

 

Otros problemas: son muchísimos los que ni siquiera te enteras que estás consumiendo porque la industria no está obligada a enlistarlos en los ingredientes (aproximadamente cinco mil); para productos nuevos la misma empresa es la encargada de realizar sus estudios, lo que da pie a infinidad de conflictos de interés; muchos aditivos están catalogados ya como “generalmente reconocidos como seguros”  (GRAS por sus siglas en inglés:  generally recognized as safe) y la industria puede escudarse así para no enlistarlos ni investigarlos más.  (Las grasas trans son un perfecto ejemplo de esto, que después de mucho tiempo de considerarse seguras nos hemos dado cuenta que no lo eran);  otros de éstos tóxicos pueden entrar bajo categorías que se escuchan muy inofensivas como por ejemplo “saborizante natural”, que no por natural tiene nada de seguro; etcétera.

 

Leer etiquetas se ha vuelto una tarea imprescindible para quien quiere conservar su salud, pues estamos consumiendo cada vez más “productos alimenticios” en vez de alimentos verdaderos, que transforman totalmente al alimento original, ya sea mediante los procesos a los que los someten, y/o a través de tanta basura que les agregan. No nos salvamos de consumir algo de esto, pero podemos reducirlo un montón si compramos sólo en la periferia del supermercado, donde está el alimento verdadero, no en los pasillos repletos de alimentos procesados, y eligiendo productos orgánicos y de libre pastoreo en la medida de lo posible.

 

Al comprar orgánico evitarás:
Hormonas de crecimiento.
Antibióticos en carne y lácteos.
Pesticidas, herbicidas, fungicidas.

 

Al leer etiquetas, trata de evitar:
Jarabe de maíz de alta fructosa.
Endulzantes artificiales (aspartame, sacarina sucralosa, eritritol, acesulfame)
Conservadores (nitritos y nitratos, BHA y BHT, parabenos)
Grasas trans:  aceites hidrogenados.
Saborizantes naturales y artificiales.
Colorantes.
Acondicionadores de masa como azodicarbonamida.
Carragenina.
Glutamato monosódico.

 

Al comer peces grandes como el atún
Sólo de vez en cuando.
Evitar pesticidas comprando orgánico evitarás metales pesados.
Evitar empaques de plástico.
Latas evitas el BPA.

 

A comer de manera más consciente.

¡Saludos!

Cuaresma - Equilibrio
30 de marzo del 2017

Aprovechar la Cuaresma para “equilibrarnos”

Cuaresma es un buen momento para experimentar, no sólo con recetas de pescados y mariscos, sino con recetas vegetarianas y veganas.
Redacción por: Sandra Estrada
Fotografía por:

Ya sea por motivos religiosos o meramente ecológicos y de salud, la nuestra y la del medio ambiente, a todos nos vendría bien bajarle un poquito a la proteína animal y aprender a hacer una comida completa utilizando sólo ingredientes vegetales.

 

Leonardo di Caprio en el documental “Before the Flood” nos recuerda lo que ya se nos venía diciendo hace mucho: la industria cárnica contamina más el suelo, el agua y el aire que cualquier otra cosa. De hecho, con más emisiones de gas que todos los vehículos de transporte del mundo – y más que todas las otras fuentes combinadas.  Simplemente no es sustentable continuar a este ritmo de producción y consumo, y lo poco o mucho que podamos disminuirlo para comerla de manera más esporádica y consciente, ¡mejor será para todos!

 

No creas que esto significa sólo comer verduras. Ahí viene el típico “¡Es que no me voy a llenar!”. Comer balanceado significa darle su dosis de proteína, carbohidrato y grasa al cuerpo. Y la proteína animal se puede suplir perfectamente combinando dos grupos de alimentos: los granos / cereales y las leguminosas.

 

Por eso, realmente la dieta del mexicano de arroz y frijoles (y maíz y un poco de carne) no está nada mal.  Tanto los granos como las leguminosas son proteína incompleta, pero al combinar sus aminoácidos, se completan. Esto significa que estos alimentos no contienen por sí solos todos los aminoácidos que el cuerpo necesita, pero que al combinarlos, ya sea en una misma comida o simplemente comerlos en algún momento del día, nos proporcionan la totalidad de aminoácidos que requerimos para funcionar óptimamente.

 

Quiere decir que cualquiera de estas opciones sustituiría perfectamente tu comida, para uno de esos viernes de Cuaresma:

 

Arroz con brócoli, ensalada verde y un caldo de frijol en bola.

 

Un elote (con limón, mayonesa y chilito) con una sopa de lentejas y verduras picadas.

 

Una tabule de quinoa con garbanzos y pico de gallo, y le puedes agregar una ensalada de nopalitos con aguacate.

 

Tortitas de mijo o amaranto acompañadas de un hummus con aceitunas.

 

Ceviche de cebada y edamames preparados.

 

Cualquiera de estas cosas la encuentras en internet si no sabes prepararla, y también puedes buscar muchas más ideas. Lo importante es que recuerdes que un grano como el maíz, arroz, quinoa, amaranto, mijo, centeno o cebada, combinado con una leguminosa como frijol, lenteja, garbanzo, haba, alubia, ejote y frijol de soya hacen una proteína completa.  De hecho la quinoa y el amaranto ya lo son, por lo que no necesitas ni combinarlas (aunque te dará más variedad de opciones hacerlo).

 

Si todavía te preocupa la cantidad de proteína que ingieres puedes agregar aguacate a tu ensalada (el cual es una proteína completa) y dos cucharadas de semillas de hemp, que te estarán proporcionando casi diez gramos extra de proteína.

 

¡Todo sea por un consumo más consciente y más equilibrado!

 

 

Salud - Sentir Bien
20 de febrero del 2017

Los hábitos no nacen, se hacen

Entender que la comida y el tiempo que dedicamos a comer tiene que ver con cómo nos sentimos es algo clave antes de buscar un cambio de hábitos. Hacer de la comida un momento placentero es un primer paso hacia mejorar cómo comemos y cómo nos sentimos.
Redacción por: Anaís Ceballos
Fotografía por:

Cuando comer saludable se vuelve una tendencia pudiera parecer “fácil” alcanzar un objetivo específico respecto al peso o a la salud en general. ¿Qué papel juegan nuestras emociones en la forma en que comemos?

 

Los inicios son un buen pretexto para hacer cambios. Ya sea que esté iniciando el año, la semana o una nueva etapa en tu vida, establecer metas resulta más sencillo y hace que la motivación funcione de mejor manera. Mejorar nuestro estilo de vida y comer de manera saludable es una de las metas que establecemos más frecuentemente. Pero ¿qué nos puede llevar a conseguirlas?, ¿en qué radica el éxito de una nueva forma de comer?

 

El primer paso es tener bien claro qué nos motiva a cambiar. Si el fin es solamente estético lo más probable es que el resultado obtenido sea temporal. Si en cambio vamos dando pasos pequeños que nos acerquen a una meta lejana es mucho más probable que el cambio sea integral. Es decir, que si quieres comer sano solamente para bajar de peso probablemente te aburras pronto o bien bajes un poco y luego vuelvas a tus viejos hábitos y al mismo peso, o mayor que el anterior.

 

Comer es un placer y no solo por lo que aporta a nuestro cuerpo sino todo lo que nutre emocionalmente hablando. Cada platillo nos conecta con recuerdos del pasado y emociones del presente. Si festejamos algo, lo celebramos comiendo y si nos sentimos tristes puede ser que tengamos más o menos hambre, dependiendo de cómo reaccionemos a lo que nos sucede. Es por esto que resulta importante darle valor a nuestras emociones al momento de decidir comer distinto.

 

No se trata de comer bien o mal sino de hacerlo de forma consciente. No es necesario ir de un extremo al otro y buscar solo alimentos “buenos” o nutritivos, sino de buscar balancear entre dichos alimentos y aquellos pecaminosos que podremos comer esporádicamente y disfrutar sin culpas, esto claro, después de haber entendido su función y que debería tratarse de excepciones y no parte de nuestras rutinas. Atreverse a cambiar de hábitos requiere de una motivación específica, planeación y sobretodo de darnos el tiempo y comprometernos a realizar ciertas actividades que serán exclusivas para nosotros mismos.

 

Construir una nueva relación con la comida, lo más sana posible, hará que aprendamos a disfrutar de cada momento en que compartimos alimentos, de todo tipo, o al menos esa debiera ser la meta. Poder conectar mediante la comida, como lo hemos hecho siempre, sin comprometer nuestra salud física o emocional en el intento.

 

 

Columna - Salud
30 de noviembre del 2016

Alternativas para una repostería más sana

A quién no le gusta un postrecito de vez en cuando… ¡La vida es muy corta para negarte esos placeres!
Redacción por: Sandra Estrada
Fotografía por:

Para poder darnos estos lujitos más seguido hay que elevar la calidad de los ingredientes, cuidar que se guarde un poco más el equilibrio reduciendo la bomba de azúcar refinada que generalmente son y  balancear mejor los nutrientes que agregamos a cada uno (porque lo mejor es hacerlos nosotros mismos).

 

Harinas
En la ciudad ha habido un boom de marcas que ofrecen buenos sustitutos a la harina blanca refinada. Morama ofrece sus Healthy Flours, que son de quinoa, avena, amaranto, arroz integral, coco, almendra, garbanzo y linaza.

 

Hotcakes  (amaranto, avena y arroz)

Brownies (almendra, avena y arroz)

Todo uso (arroz integral, tapioca y papa)

 

Además de ser libres de gluten (proteína del trigo a la que muchos son intolerantes o batallan un poco en digerir) nos ofrecen algo que siempre deberíamos buscar en nuestra alimentación: variedad. Simplemente con utilizar ingredientes diferentes estás agregando nutrientes y propiedades que no obtienes cuando te casas con lo mismo. Uno de los problemas con el gluten es la saturación de esta proteína en el cuerpo. Si ya sabemos que comemos suficiente trigo en el panecito, la galleta, la pasta, etcétera, mínimo meterle variedad cuando dependa de nosotros y bajarle a la ingesta de algo que muchos expertos concuerdan que no digerimos muy bien.

 

Endulzantes
Podemos meterle variedad y más nutrientes a los postres también en los endulzantes. No sólo se logra endulzar con azúcar refinada. La moscabada será un poquitito mejor, pero a fin de cuentas sigue siendo azúcar y metabolizándose como tal. Para repostería, experimenta con miel de abeja, maguey o maple, dátiles, azúcar de coco y piloncillo.

 

Revisa bien que sean mieles puras y no mezclas con jarabes añadidos, mientras menos procesadas mejor. Si dice “cruda”, es tu opción. Tía Ofilia es una de las marcas locales que te recomiendo, la puedes encontrar en HEB, Mode, Superama y Walmart. Éstas tienen un menor índice glicémico que el azúcar refinada, sin lugar a dudas más nutrientes, y mejor impacto en el cuerpo. Claro, de todas maneras no se debe abusar.

 

Para cada postre necesitas saber qué tipo de harina y endulzante le viene mejor y la cantidad a utilizar. Te recomiendo buscar en internet algunas que ya utilicen estos ingredientes y te indiquen qué, cuánto y cómo utilizarlos. Otra opción es www.morama.mx y checar su sección de “Recetas” o en mi blog www.puntoequilibrio.net la sección de “Postres”.

 

Proteínas y grasas
Por último, toma en cuenta que al ingerir sólo carbohidratos vas a recibir algo así como una bomba de azúcar (del tipo que sea, pero a fin de cuentas azúcar). Para reducir su impacto agrega fuentes de proteína y grasa a tus postres, tales como nueces, almendras, avellanas, pistaches, cacahuates, macadamia, semillas de girasol o calabaza, chía, hemp, linaza, ajonjolí y cremas de cualquiera de estas nueces o semillas. Las encuentras en Morama, M de Maní, Señor Conejo y otras marcas locales en supermercados y tiendas naturistas.

 

Todo por poder seguir disfrutando la maravilla de los postres de vez en cuando, sin hacerle tanto daño a nuestro peso y a nuestra salud.

 

¡Saludos!

 

 

Octubre-Noviembre 2023
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