05 de octubre del 2018

No sólo sushi, por favor

Hanaichi es especial en una ciudad como la nuestra donde abunda el sushi.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

 

La popularidad de la cultura japonesa a nivel mundial ha traído a nuestra bella y pintoresca ciudad, desde ya hace varios años, una proliferación de ofertas en rollos de sushi. Hay una gran diversidad de lugares dónde conseguirlos: los que parecen puestos de tacos, los dilapidados y decadentes (que por alguna razón la gente ve como más auténticos incluso cuando no hay nadie proveniente de Japón en su personal), los de franquicia que ofrecen combos y los venden al 2 x 1, incluso hay supermercados que dedican islas entre sus pasillos a la elaboración de este plato emblemático de la cultura oriental. En otra categoría, que quizás es la que tiene menos ejemplares, están aquellos restaurantes que tienen la intención de ser más que “restaurante de sushi”, sino un lugar para la alta comida japonesa. Entre estos pocos y contados está el Hanaichi de la plaza Avanta Gardens.

 

Ya anteriormente he descrito la plaza en cuestión, de manera que no me detendré mucho en ello, aunque debo decir que el último de los dos pisos, enteramente dedicado a restaurantes, tiene algunas de las propuestas más interesantes de la zona (en el primero sólo hay establecimientos de franquicia, que si bien no son ninguneables per se, se pueden encontrar en otras plazas y la diferencia es inexistente). Como la mayoría de los otros lugares del lugar, Hanaichi es más terraza que interior, y aunque normalmente el movimiento se concentraría afuera, la crueldad del clima regio empujó a los comensales, su servidor incluido, hacia el área con aire acondicionado. La ambientación es sobria y minimalista en colores neutros, estética que ya parece inseparable de la idea colectiva de lo Japón, y aunque algunos podrían considerar esta decisión estética como predecible, en mi opinión es atinada y sofisticada, pues marca una diferencia con las opciones más comerciales de este tipo de comida.

 

Hanaichi tiene sushi y muy bueno, pero se distingue por un menú elegante y de alta cocina.

Balam Roll

 

En lo que se refiere al menú, Hanaichi tiene a bien ofrecer únicamente creaciones originales en la sección de rollos. Este no es un lugar para comer el ya gastado rollo california: nombres como “rainbow roll”, “spicy tuna” y “tempura roll” ya se han visto en otros lugares. Todas las opciones en esta área parecían interesantes, pero en esta ocasión le tocó el turno de brillar al cenote roll, porque tanto el pulpo como el elemento spicy me llamaron a él. Lo recomiendo altamente y volvería a pedirlo si no fuera porque hay muchas más variantes interesantes que me gustaría probar antes de elegirlo como rollo de cabecera. Los sashimis y los sushis también son excelentes, creados con la perfección técnica e impecabilidad estética que exige este tipo de cocina. Recomiendo especialmente el tako (supongo que significa pulpo en japonés), el maguro (atún) y el cono shake (salmón).

 

No sólo sushi, sino opciones de alta cocina es lo que ofrece Hanaichi.

Sashimi de panza de atún

 

Yendo en contrasentido, hablaré de las entradas después de haber hablado del plato principal. La ensalada de atún y aguacate es deliciosa así como los infalibles edamames y, aunque sé que no es formalmente una entrada, el yakimeshi que pedí como tal es destacable, incluso cuando es uno de los platillos más recurrentes en los restaurantes de este estilo.

 

En general la experiencia fue muy grata, aunque cabe mencionar que hubo un tanto de lentitud y confusión en el servicio, sin embargo, no culparía tanto a la logística ni al personal del lugar como a que era un día de gran confluencia. Aun así, no fueron detalles que merezcan gran importancia, pero a mí parecer deberían prepararse porque da la impresión de que su popularidad sólo va a crecer.

 

+info
Avanta Gardens
Vasconcelos Pte., San Pedro Garza García
Tel: 8338 6075
Fb/Hanaichi

 

La popularidad de la cultura japonesa a nivel mundial ha traído a nuestra bella y pintoresca ciudad, desde ya hace varios años, una proliferación de ofertas en rollos de sushi. Hay una gran diversidad de lugares dónde conseguirlos: los que parecen puestos de tacos, los dilapidados y decadentes (que por alguna razón la gente ve como más auténticos incluso cuando no hay nadie proveniente de Japón en su personal), los de franquicia que ofrecen combos y los venden al dos por uno, incluso hay supermercados que dedican islas entre sus pasillos a la elaboración de este plato emblemático de la cultura oriental. En una categoría que quizás es la que tiene menos ejemplares, están aquellos restaurantes que tienen la intención de no más que “restaurante de sushi” sino un lugar para la alta comida japonesa. Entre estos pocos y contados está el Hanaichi de la plaza Avanta Gardens.

Ya anteriormente he descrito la plaza en cuestión, de manera que no me detendré mucho en ello, aunque debo decir que el último de los dos pisos que tiene enteramente dedicado a restaurantes tiene algunas de las propuestas más interesantes de la zona (en el primero sólo hay restaurantes de franquicia, que si bien no son ninguneables per se, se pueden encontrar en otras plazas y la diferencia es inexistente). Como la mayoría de los otros establecimientos del lugar, Hanaichi es más terraza que interior, y aunque normalmente el movimiento se concentraría afuera, la crueldad del clima regio empujó a los comensales, un servidor incluido, hacía el área con aire acondicionado. La ambientación es sobria y minimalista en colores neutros, estética que ya parece inseparable de la idea colectiva de lo Japón, y aunque si bien algunos podrían considerar esta decisión estética como predecible, en mi opinión es atinada y sofisticada, pues marca una diferencia con las opciones más comerciales de este tipo de comida.

En lo que se refiere al menú, Hanaichi tiene a bien ofrecer únicamente creaciones originales en la sección de rollos; este no es un lugar para comer el ya gastado rollo california, si bien, nombres como “rainbow roll”, “spicy tuna” y “tempura roll” ya se han visto en otros lugares. Todas la opciones en esta área parecían interesantes, pero en esta ocasión fue turno de brillar del cenote roll porque tanto el pulpo como el elemento “spicy” me llamaron a él. Lo recomiendo altamente y volvería a pedirlo sino fuera porque hay muchas más opciones interesantes que me gustaría probar antes de elegirlo como rollo de cabecera. Los sashimis y los sushis también son excelente, creados con la perfección técnica e impecabilidad estética que exige este tipo de cocina, recomiendo especialmente el tako (supongo que significa pulpo en japonés), el maguro (atún) y el cono shake (salmón).

Yendo en contrasentido, hablaré de las entradas después de haber hablado del plato principal: la ensalada de atún y aguacate es deliciosa así como los infalibles edamames y, aunque sé que no es formalmente una entrada, el yakimeshi que pedí como tal es destacable incluso cuando es uno de los platillos más recurrentes en los restaurantes de este estilo.

En general la experiencia fue muy grata, aunque cabe mencionar que hubo un tanto de lentitud y confusión en el servicio, sin embargo, no culparía tanto a la logística ni al personal del lugar como a que era un día de gran confluencia. Aun así, no fueron detalles que merezcan gran importancia, aunque a mí parecer deberían prepararse porque da la impresión de que su popularidad sólo va a crecer.

Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio.
28 de septiembre del 2018

A’ri.na: un restaurante nada convencional

Un menú no muy amplio, pero con una cocina de autor irresistible y un ambiente abierto e impecable.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

He estado aplazando mucho escribir sobre este lugar porque, a pesar de que queda entre mis favoritos, falla en un aspecto que resulta clave, considerando su marketing. Pero ese punto lo tocaré después.

 

Este establecimiento de nombre distintivo (al menos por escrito, en voz alta no hay pausas que logren comunicar la caprichosa puntuación) se encuentra en el lugar perfecto para la experiencia que propone. A’ri.na no es un restaurante convencional, pues también funciona como café o, más bien, es un café en un sentido que ha perdido uso en épocas recientes. Es de las pocas propuestas de cocina de autor que se pueden encontrar y, entre los establecimientos de Pueblo Serena, es el que mejor parece encarnar el aura de armonía que caracteriza a la plaza. La fachada frontal no tiene pared, dejando que el aire y el sonido de los niños que juegan y gente que se pasea por los jardines circule y ambiente la experiencia, casi como comer en el exterior sin importar la parte del restaurante en que te sientes. La chef, Mima González, radiante en su filipina personalizada con motivos mexicanos artesanales, frecuentemente se encuentra entre las mesas conviviendo con los comensales y compartiendo la pasión por lo que hace.

 

La carta no es muy amplia, pero la selección de platillos está amorosa y estratégicamente planeada para darle gusto a todos. Como entrada, el dip de betabel es una fresca y colorida delicia, aunque, a mi parecer, el portobello relleno y el hojaldre de verduras son las opciones verdaderamente imperdibles.

 

En los platos fuertes, hay una opción vegana (cosa que es extrañamente infrecuente en la ciudad, considerando la época en que vivimos) que está a la altura de todos los otros: farro con setas estilo risotto. El platillo es sofisticado y novedoso en que no intenta disfrazar su propia naturaleza vegana (en otra ocasión ya hablaremos de las imitaciones vegetarianas de carne a las que nos han acostumbrado los lugares que se especializan en este tipo de comida). El pollo en pesto de brócoli es familiar e inesperado a la vez, al presentar sabores clásicos con la sorprendentemente efectiva sustitución de la albahaca como protagonista en sus menjurges.

 

A'ri.na también tiene pollo a las brasas con pesto de brocoli

 

Sin embargo, mi preferido, y que me ha hecho regresar ya en tres ocasiones a raíz de no poder sacarlo de mi mente, es el porkbelly en salsa de tamarindo. La carne de puerco y salsas agridulces, que siempre han sido amantes, aquí por fin formalizan su relación en un matrimonio que muchos envidiarían. El puré que hace la función de lecho nupcial es casi un tercer protagonista en esta armónica relación poliamorosa.

 

A'ri.na tiene un pork belly que te encantará.

 

Qué puede estar mal en esta experiencia, se preguntarán mis dos lectores que esperan con ansias a que llegue al negrito en el arroz que anticipé al principio. ¡Pues bien! Considerando que el lugar se llama como el elemento principal para la elaboración del pan y que mucha de su mercadotecnia hace énfasis en él, debo decir que fue un tanto decepcionante lo poco memorable de la oferta en este alimento. No es mala, pero restaurantes que le dan nulo énfasis a su panadería han hecho cosas mucho más interesantes. Espero que esta última nota no opaque todo lo demás dicho, en realidad A’ri.na es una oferta refrescante en el ya ciclado círculo gastronómico regio, y a la que pienso seguir regresando con frecuencia.

 

+info
Fb/A’ ri.na
Tel. 4040 0091

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Lanou
17 de septiembre del 2018

Escargots… la última frontera

Fui a La Nou y me atreví a probar los caracoles. Hubo sorpresas, desilusiones y nuevos favoritos.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

El piso era igual al de una foto del Hotel Meurice que hacía mucho que vi en una revista. No podía ser más que apropiado si se considera que es un lugar de comida francesa (aunque no sé si mi tren de pensamiento al verlo fue primero París y después Meurice o viceversa). La ambientación de La Nou se logra a través de colores neutros, entre los cuales predomina el negro. Sin embargo, contrario a lo esperado de un tono tan oscuro, el lugar se siente amplio y luminoso.

 

LANOU

 

Al ver el menú me alegró de sobremanera ver escargots. Esto no significa que sea yo un gran entusiasta de comer moluscos terrestres, pero había evitado probarlos en todas las oportunidades que se habían presentado anteriormente. Era hora de que esto cambiara. Quizás no eran tan llamativas pero las otras ofertas me resultaron igual de interesantes, al mezclar elementos de la cocina francesa con la mexicana.

 

Pedimos las entradas, pero no perderé el tiempo en detalles para mejor atacar el momento que todos estamos esperando. Llegaron los escargots y ¡caracoles! (me disculpo por el chistorete) el olor era tremendamente fuerte. Debo admitir que al verlos ahí servidos tuve que pensarlo dos veces pero finalmente lo hice. La textura era lo que me esperaba, aunque debo decir que el sabor me decepcionó un poco y no por el molusco en sí, sino por la preparación. La mantequilla de ajo y perejil en que estaban sumergidos era demasiado fuerte, casi como si buscaran ocultar los demás sabores en lugar de complementarlos o realzarlos. Por suerte, ésta no fue la única entrada, y lo que del escargot resultó decepcionante se compensó con el maravilloso porkbelly con ravioles de calabaza que no puedo recomendar lo suficiente.

 

LANOU

 

De los platos fuertes, mi preferido fue el lomito de cerdo, servido elegantemente en lajas y bañado en una salsa de setas que se destaca del sabor convencional que normalmente se logra en los menjurjes de hongos. Cuando vuelva, definitivamente lo repetiré. Los camarones también fueron excelentes, aunque recomiendo más los preparados al ajillo que los roca, los cuales ya se volvieron pan de todos los días.

 

Para compensar la falta de postres que ya se ha vuelto un tema recurrente en mis giras restauranteras, en esta ocasión pedí dos. Los buñuelos de ricota fueron una bendición. Una versión de ellos era de mis postres favoritos en el ahora inexistente restaurante TresW. Verlos aquí hizo más llevadera la pérdida (además que me supieron mucho mejor que los que había probado antes, si bien no sé qué importancia tenga el factor nostalgia en ello). El brownie, por su parte, fue una sorpresa inesperada. El clásico con nieve ahora venía acompañado con bombones de chocolate que lograban un juego de texturas bastante interesante.

 

Fuera de los caracoles, la experiencia fue excelente y estoy ansioso por regresar.

 

LANOU

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Capuleto es un restaurante en Highpark con deliciosas opciones italianas.
21 de agosto del 2017

Capuleto, ¡bellissimo!

Es refrescante ver un lugar italiano donde hay tantos platillos más allá de los clásicos.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

 

Siguiendo el recorrido por los restaurantes de Highpark, en esta ocasión fue el turno de probar la oferta italiana: Capuleto. Cabe decir que la sucursal de San Pedro no es la única, hay otra en la zona Tec, y aunque la ambientación de la primera es más lujosa, el menú y los precios son iguales. No es uno de esos casos en que un restaurante tiene diferentes versiones de sí mismo según la zona.

 

La paleta de colores del lugar es bastante neutra, con el gris y los patrones de ladrillo siendo motivos predominantes. La disposición es alargada como un pasillo, lo que recuerda un poco a fondas europeas donde los espacios son caprichosos y deben aprovecharse de la mejor manera. Lo cierto es que la decoración me parece un remedio sofisticado al exceso de minimalismo (valga la contradicción entre estas dos palabras) que domina el diseño de restaurantes. Aunque tengo mis reservas respecto a los marcos de unos espejos que no sentí lograran integrarse cien por ciento a la estética del establecimiento (pero igual y sólo soy yo).

 

Capuleto también cuenta con opciones saludables.

Ensalada de betabel y mango asado. Incluye almendra y queso de cabra con aderezo de aguacate.

 

Es refrescante ver un lugar italiano donde hay tantos platillos más allá de los clásicos, en especial en una zona en la que este tipo de establecimientos abunda. Como entradas recomiendo ampliamente tanto una clásica como una nueva. La primera es el carpaccio de salmón, que consideraría entre los mejores que he probado (y han sido muchos). El segundo es la ensalada de betabel y mango, que logra integrar a la perfección los sabores dulces y salados sin convertirse en la ya no tan novedosa ensalada de frutas con aderezo cítrico (aquí el aderezo es de aguacate).

 

Capuleto ofrece opciones diferentes en su menú italiano.

Pasta Adriano. Salsa a base de mostaza y crema con camarones al coñac y chile quebrado.

 

Entre los platos principales, las pastas resultan de las opciones más llamativas. En todas las de esta área del menú puedes seleccionar el tipo de pasta de tu preferencia. Creo que la que más merece ser exaltada es la Adriano, que en esta ocasión pedí en fetuccine. La salsa es cremosa y a base de mostaza, ingrediente que rara vez hace acto de presencia en este tipo de cocina. La lasagna y el porkbelly contienden ambos por ser mi segundo platillo favorito.

 

Como ocasión especial (mi cumpleaños) ahora sí puedo hablar de postres: la pannacotta fue simplemente celestial.

 

+info
Capuleto Ristorante
Highpark, Av. Manuel Gómez Morín 922, San Pedro.
Tel: 1766 1616
Fb/capuletoristorante

 

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Macadam
14 de agosto del 2017

Macadam, el brunch perfecto

Me perdí los legendarios postres, pero mi primera vez aquí resultó una experiencia casi perfecta.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

 

Hacía mucho que quería conocer este lugar. Por alguna razón no lo había hecho, a pesar de que en múltiples ocasiones había pasado por fuera y admirado la decoración, a la vez acogedora y elegante, que hace pensar en un pequeño desayunador de los barrios altos de París. Por fin el domingo pasado decidí llevar a mis padres de brunch.

 

Debo decir que por cuestiones de horario terminó siendo más un desayuno que un brunch en sí, pero quién era yo para decirles a ellos cuáles son horas de comer y cuáles no. De manera que nuestro breakfast lunch fue a las nueve de la mañana. El lugar se ve aún mejor por dentro de lo que había alcanzado a ver por fuera, aunque debo decir que los cuadros enormes que abarcan gran partes de las paredes pierden encanto al ser notablemente fotomontajes y no pinturas. Aún así, las escenas bucólicas que muestran van perfectas con la estética del lugar.

 

Macadam

Chilaquiles negros con tortilla azul, salsa tatemada, queso provolone, crema de huitlachoche y chicharrón prensado.

 

Cabe mencionar que el menú es el mismo durante todo el día, razón por la que generalmente el lugar está más lleno en las mañanas. Pero en fin; hablemos de comida. En lugar de los clásicos chilaquiles verdes o rojos, hay chilaquiles blancos o negros, de los cuales probé los primeros. Debo decir que esta variación del clásico mexicano con la salsa cremosa que es más característica de la cocina europea es un acierto. Asimismo, el omelette de brie, espinacas y cebolla está para chuparse los dedos. Las mimosas, que no pueden faltar en un brunch por muy a las nueve de la mañana que sea, también son altamente recomendables.

 

Macadam

Pancake relleno de Nutella.

 

Tristemente, me quedé sin probar la variedad de waffles y pancakes, que eran los platillos que más llamaban la atención al pasar cerca de mi mesa para ir a otra. Sin embargo, esto sirve como una excelente excusa para revivir esta experiencia pronto.

 

+info

Plaza Highpark, Gómez Morín, San Pedro
Tel: 1356 0719

Fb/Macadam

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Assagio es un restaurante italiano con un ambiente increíble.
03 de julio del 2017

Un nuevo clásico italiano

Assaggio tiene la mejor ambientación, con un estilo retro de películas de Sofía Loren y Mastroianni.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

La flamante plaza Pueblo Serena se ha vuelto un centro de ofertas gastronómicas bastante interesantes que van desde restaurantes de franquicia hasta otros de cocina de autor. Por eso, y no por su cercanía a mi casa, es que se volvió uno de los lugares que más frecuento. Después de todo, al ser una plaza relativamente nueva, en cada visita encuentro establecimientos que acaban de abrir.

Recientemente decidí probar la oferta italiana del lugar: Assaggio. El restaurante es de la familia de Lo Spuntino, Pizzaiolo y Da Noi; en otras palabras, es la última entrega de una línea que ya se ha probado con éxito, de manera que incluso antes de entrar ya tenía algunas expectativas que, cabe decir, se cumplieron.

 

 

De entre sus hermanos, creo que Assaggio es el que tiene la mejor ambientación, con un estilo retro que hace pensar en películas de Sofía Loren y Marcello Mastroianni. Como otras propuestas de Pueblo, la pared frontal se abre por completo para dejar circular el aire y ambientarse con los sonidos de la plaza, decisión que me parece atinada al aprovechar las ventajas que otros locales no tendrían. Desde que se pasa por enfrente es imposible despegar la vista.

 

El menú es sobrio y aunque no propone nada que lo distinga radicalmente de sus “parientes”, es justo el tipo de restaurante que hacía falta en la zona de la carretera, donde hay pocos que ofrezcan este tipo de comida y mucho menos de esta categoría.

 

Un platillo italiano en Assagio.

 

De entrada pedí la burrata, un clásico que si mal no recuerdo no me había tocado ver en los otros. El queso venía acompañado por tomates cherry, lo que lo haría una especie de versión deconstruida de una ensalada capresse, de no ser por la inclusión de prosciutto. Ya que fue mencionada la ensalada, creo que de tener que elegir entre las dos (la capresse también está en el menú), escogería la burrata. No sólo el prosciutto agrega, sino que el propio queso es una experiencia mucho más interesante que el mozzarella fresco, además que la ensalada ya es una propuesta estándar en demasiados restaurantes.

 

De entre las pastas recomiendo el espagueti al pesto, uno de mis platillos predilectos que aquí sigue la receta original sin modificaciones y la logra de forma impecable. Las pizzas también son maravillosas, hechas en horno de piedra. Las carnes en diferentes salseos, por su parte, también son altamente recomendables (destaco el filete en salsa de hongos) pero creo que el plato que se lleva los laureles es la lasaña. No es una lasaña diferente a la de Lo Spuntino, pero no quería que fuera diferente pues la receta es posiblemente inmejorable.

 

+info
Assaggio Cucina Italiana
Pueblo Serena, Carretera Nacional 500, local F 235, Valle Alto
Lunes a domingo de 13:00 a 0:00 hrs.
Cel. 81 1577 8106
Fb/Assagiomx

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Tito's Alitas Adictivas: Banner
06 de junio del 2017

Tito’s: LAS alitas asadas

Una vez que sabes tu preferida, el menú en realidad se trata de con qué quieres acompañar tu salsa.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

Entre los dos lectores que tengo, sin contar a mi amigo Encolpio, hay un cuarto que es posiblemente imaginario y me dice que debería reseñar algo más “raza” porque, a como voy, doy la impresión de un esnob enclaustrado en su torre de marfil, lo cual no está mal pero quizás da una imagen falsa. Por otra parte, ninguno de esto lectores recurre a mis reseñas para darse una impresión de mí, sino para leer sobre restaurantes, así que da lo mismo. Aún así, en esta ocasión voy a reseñar un lugar que fue casi mi segunda casa en mis años de estudiante y que tiene un lugar especial en mi corazón: Tito’s alitas adictivas.

 

Alitas Adictivas

 

El lugar ha crecido mucho desde la primera vez que fui. De ser un foodtruck en un estacionamiento que a veces se llenaba de humo y en el que había ocasiones que se debía esperar hasta cuarenta minutos para pedir y otros cuarenta para recibir la comida, ahora es un establecimiento con todas las de la ley en la calle Filósofos que, aunque se sigue llenando hasta el tope, ha mejorado exponencialmente sus tiempos de espera y calidad de aire.

 

Tito's Alitas Adictivas: Tenders Arturo

Tenders Arturo

 

El menú no es muy amplio, pero tiene un protagonista que aparece de manera omnipotente en todos los platillos: las salsas. La más famosa es la que lleva el nombre del establecimiento y está elaborada con varios chiles y cítricos. Entre las otras opciones están la de habanero, la de mango y la de piña. Una vez que sabes tu preferida, el menú en realidad se trata de con qué quieres acompañar tu salsa. A diferencia de otros lugares de alitas, las que ofrecen en Tito’s son asadas, factor que las hace más saludables que las tradicionales que van freídas, y les dan un sabor novedoso. Las tenders son quizás la mejor opción para aquellos que no son entusiastas de ensuciarse las manos o maniobrar con huesos del pollo, en esta área se encuentran tanto las tradicionales como las tenders Arturo, que van sin empanizar. El elote, las papas y el queso son opciones no carnívoras para los amantes de las salsas y, para quienes buscan cosas más elaboradas, hay hamburguesas y ensaladas.

 

En el área de bebidas se ofrecen varios tipos de cerveza y cocteles, entre los cuales recomiendo el Clamato (si bien es una lata que si lo quieres con vodka tienes que pedir el litro). Pero en fin, Tito’s es una opción casual y accesible que cumple con lo que promete el nombre: son tan adictivas que he llegado a comprar las salsas con el fin de darle un sabor similar a las alitas que hago en casa.

 

+info
Filósofos 101, Col. Tecnológico, Monterrey
Tel. 1969 3926
Fb/titosalitasadictivas
Más restaurantes de alitas

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Totoaba en Choice.
22 de abril del 2017

La elección

Para festejar optamos por Choice tras un pequeño desliz. Y resultó ser una opción perfecta.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

Cuando mi madre habló para recordarme que era su aniversario con mi padre, creí por un momento que escuchar el remix de Despacito en repeat desde el día que salió ya había afectado mi memoria. ¿No era en septiembre?

 

Con motivo de este evento me extendieron una pequeña invitación a cenar en un restaurante que aquí ya he reseñado, diciendo que lo más recomendable era hacer reservación. Me da la impresión de que ellos no leen lo que escribo, pero dejemos mi sesión de terapia para otra ocasión. El punto es que el lugar estaba lleno, de manera que prefirieron cambiar a otro, pero ¿cómo elegir de última hora cuando ya nos habíamos hecho a la idea de algo? Quizá fue por pensar en términos de opciones y elecciones que terminamos en Choice.

 

El lugar me parece de los más agradables para comer. La ambientación está bien cuidada sin recurrir al típico exceso de oscuridad o a la excentricidad; La distribución de las mesas y la barra se dan espacio para respirar; la comida es incluso mejor que todo esto.

 

Fusilli de res al chipotle en Choice.

Fusilli de res al chipotle

 

Como entrada pedimos los ostiones Rockefeller (favoritos de mi madre) y un guacamole mamucas. Los primeros estaban ejecutados a la perfección, según la receta original. Sobre el guacamole mamucas, creo que ningún platillo desde la tampiqueña me ha parecido tan voluble e indefinido. Hasta ahora he tenido oportunidad de probarlo en tres lugares distintos y, fuera de que el ingrediente principal es aguacate, poco guardan en común entre sí. La versión de Choice me parece por mucho la más original, dándole un giro al típico aguacate machucado al servirlo en cubos mezclado con los otros ingredientes presentados igualmente en forma geométrica. El resultado es una mezcla fresca y deliciosa que superó mis expectativas.

 

Ostiones Rockefeller en Choice.

Ostiones Rockefeller

 

Como platos principales, son especialmente recomendables el fusilli de res al chipotle (la versión más regia que he visto de una pasta), los cortes que, como el propio nombre del lugar dice, son calidad choice y están preparados a la perfección, y la totoaba. Lo único que quizá falló un poco fue la pechuga de pollo al piquín, que para mi gusto estaba un poco reseca y tenía una presentación bastante descuidada. Claro que las verduras en aderezo de mostaza que acompañaban lograban complementar los sabores a la perfección, haciendo que aun así valiera mucho la pena.

 

Totoaba al grill en Choice.

Totoaba al grill

 

La velada terminó sin postre porque todos estábamos implícitamente a dieta. La experiencia sin embargo resultó inmejorable para la ocasión. Mis planes de dejar de escuchar Despacito remix fueron abandonados cuando por revelación de mi madre descubrí que mi memoria no fallaba. No era su aniversario de casados, sino el de novios.

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Hawaii 2.0, © Foto de Parámetro Studio
10 de abril del 2017

Hawaii 2.0

Hula del Hawaii tiene platillos clásicos y buena mixología. ¡No se permiten comparaciones!
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

Por mucho tiempo me estuve sordeando de visitar Avanta Gardens. No era que no me gustara el concepto, al contrario, y la cantidad de gente que me recomendaba restaurantes de esa plaza era apabullante. Lo cierto es que la primera vez que escuché del lugar fue de los labios de mi primo y rival en amores, Ascilto, de manera que alejarme de ahí era alejarme de él. Finalmente, bajo la presión de mis acompañantes de domingo tuve que tragarme mi orgullo o no sé qué, y así partimos a Cartago, digo, Avanta.

 

La plaza, si bien es muy bella, tiene menos de jardín de lo que dicta el nombre. Lo que sí tiene son muchos restaurantes: dos pisos completos dedicados a ellos. En el primero de estos pisos sólo hay restaurantes de franquicia, de manera que me lo salté, no por esnob, sino porque ya todos los conocemos y quedará para otra reseña comentar sobre comida estandarizada. En el siguiente piso había propuestas mucho más interesantes y variadas que iban desde cocina nacional y europea hasta comida oriental.

 

© Parámetro Studio

© Parámetro Studio

 

Después de un abrumante proceso de selección, decidimos comer en el Hula del Hawaii, en parte por ser de la familia del Hawaii 5-0 (un clásico que ya todos en Monterrey conocemos o deberíamos conocer) y en parte porque era de los que tenían menos fila para entrar. La ambientación es mucho menos opulenta que la de su hermano (¿madre?), indicando un ambiente mucho más casual pero con un concepto similiar. A fin de cuentas, los dos establecimientos toman la misma fuente de inspiración.

 

En el área de mixología me alegró ver casi exclusivamente cocteles clásicos. No quiero decir que tenga algo en contra de las innovaciones en esta área, pero esto queda mucho mejor con la ambientación del lugar. Tuve que resistirme a pedir una piña colada porque, por mucho que me gusten, siento que siempre dejan un sabor en la boca que afecta todo lo que se consume después. La moscow mule, sin embargo, fue una excelente alternativa, elaborada con todos los ingredientes clásicos pero mucho más ligera y mucho menos empalagosa que otras versiones de la misma que me ha tocado probar.

 

© Parámetro Studio

© Parámetro Studio

 

Los platillos también eran clásicos: tanto el pulpo en pesto rojo como el salmón alcaparrado fueron divinos. En cuestión de entradas, también tuve oportunidad de volver a probar algunos viejos favoritos, de entre los cuales quiero resaltar a los edamames preparados. Pocas veces elaborar sobre un platillo de preparación sobria resulta en mejoría, pero esta fue la excepción. Los espárragos suntori también estuvieron bastante decentes, pero no superan a los de Hawaii 5-0.

 

© Foto de Parámetro Studio

© Parámetro Studio

 

El Hula de Hawaii es un lugar sumamente recomendable, si bien, compararlo con su hermano quizá sea injusto. Espero que con el tiempo logren definir mejor su identidad como ente separado porque, si bien colgarse de la fama de algo que ya está construido facilita la promoción, el gran parecido entre ambos lugares hace que las diferencias no siempre sean percibidas como algo positivo.

Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio.
03 de abril del 2017

Comensales del mundo, ¡uníos!

Chino Latino ya no me motiva por ser vecino de Sport City, pero ahora algo más me lleva a Plaza 401.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

Había un encanto especial en comer ostentosamente a sabiendas de que a mis espaldas, separado por una pared de sabrá Dios qué grosor, había una persona sudando como puerco haciendo ejercicio para adelgazar. No sé si era la oposición binaria entre ambas acciones o un coleteo de wishful thinking  a favor de que si la otra persona hacía ejercicio tan cerca, quemaba calorías por los dos. Chino Latino perdió ese encanto cuando cambió su sucursal al lado del Sport City por el de Plaza 401.

 

El establecimiento es una usurpación de su restaurante hermano de grupo Pangea: Bardot. Tristemente, el establecimiento que se maridaba con un tercer hermano del grupo, La Felix (los dos con nombres de divas del cine) falleció algunos meses, dejando su casa y pertenencias al Chino Latino.

 

El cambio es convincente, si bien algunos elementos del decorado sobrevivieron el proceso de transposición: los espejos y el color de las paredes de Bardot siguen presentes. Del Chino Latino anterior no se conservan muchas cosas, pero el decorado logra emular el mismo ambiente. Lo que sí sobrevivió fue lo que quizá sea mi elemento problemático favorito, incluso por encima de comer cerca de un atleta…

 

Contexto: Chino Latino, como su nombre indica, es una fusión de las tradiciones culinarias de Oriente y Occidente. El elemento que el decorador parece haber encontrado en común entre estas influencias es que en ambas regiones hay países con regímenes comunistas. En el establecimiento anterior había carteles de Mao y Fidel Castro como parte de la decoración. Ahora no están pero eso no hace más sutil que los meseros estén usando lo que parecen ser uniformes militares comunistas.

 

Lo cierto es que no estoy seguro si eso es problemático o sólo parece serlo, lo que sé es que me encanta. Qué bien que vivo en una ciudad donde la gente puede hacer esto y salirse con la suya. Pero bueno, a la comida que es lo que importa.

 

Las tostadas de salmón estaban muy buenas, si bien no sobresalen de entre todas las tostadas de atún que se pueden comer en la ciudad. El plato principal, que para mí fue pato y para mi acompañante gaoneras, sí merece más atención. En el caso del pato, la presentación deja en claro la fusión de oriental y latino que el establecimiento presume. Las salsas agridulces que lo acompañan combinan a la perfección tanto con el ave como con la cama de arroz sobre la que está puesta.

 

En el caso de las gaoneras, que claramente se inclinaban más hacia el lado latino del espectro, la presentación recordaba un poco a las canastas donde a veces sirven la comida japonesa, si bien, en esta ocasión, era una olla de peltre.

Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio.
24 de marzo del 2017

Un desayuno de reyes

"Desayuna como rey, come como príncipe y cena como mendigo". Para el primer paso probé en Trust.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

La mañana en la que ponerme mis pantalones azul rey resultó en una batalla campal contra el botón, decidí que era momento de visitar al nutriólogo. Le comenté el plan a papá, gracias a Dios, pues con una sabia mirada me dijo algo que posiblemente me ahorró la vuelta: “Desayuna como rey, come como príncipe y cena como mendigo.” Era claro que este consejo debía ser útil, pues aunque su silueta no mostraba que lo hubiera seguido o le hubiera funcionado, más sabe el diablo por viejo que por diablo.

 

Así que… desayunar como rey. Aunque todos los reyes de los que sé son europeos, dudo que se haya referido a un desayuno continental (shout out a Enrique VIII porque Inglaterra no forma parte de la masa continental). Por suerte, una foto en Instagram resolvió mi problema. En ella un platillo altamente desayunable parecía entronarse sobre la mitad de sus guarniciones, mientras la otra mitad se desplegaba como una corte de aristócratas frente a él. Iría a Trust.

 

El lugar es pequeño pero bien iluminado, con un estilo sobrio que resulta apropiado considerando el espacio: consta de una pequeña barra detrás de la cuál está la cocina y de una serie de mesas de madera rubia puestas en fila y se diseminan en la terraza. A pesar de todo el movimiento (casi no se ven mesas vacías) la atención es inmediata. En menos tiempo del que esperaba ya estaba sentado y ordenando.

 

 

Debo decir que para haber elegido este lugar a partir de una foto en insta, cumple con lo que busco incluso más allá de mis expectativas. Una sección completa del menú está dedicada a cocteles mañaneros que, además de la clásica mimosa, incluye micheladas, bellinis, kombuccinis y algunos caprichos del chef. Como tomar desde que amanece el día me parece propio de la realeza, no tardo en pedir la bebida que me parece más frutal.

 

Las opciones de platillos van desde el clásico jamón con huevo hasta la más elaborada versión de huevos benedictinos. Pedí este último pues si desayunar como rey no se trata de extravagancia, entonces ¿de qué?

 

Los pochados norteños. Dos huevos cuya presentación el nombre del platillo ya especifica, se entronan en una cama de chilaquiles y atropellado. Para descansar los pies, unas rebanadas de aguacate. El respaldo de su trono, un abanico de frijoles negros que sigue la novedosa forma del plato. Sobre su real cabeza se alza una corona de salsa holandesa y tres rodajas de cebolla morada. Una visión de fantasía, si debe describirse de algún modo. Siendo sincero, al momento de ordenar tuve mis dudas. Los ingredientes parecían tan difíciles de conciliar que de no ser por el cuadro mental que tenía en el momento, lo más seguro es que no lo hubiera ordenado. Contrario a mis miedos, todos los elementos se integraban a la perfección, creando una experiencia completamente novedosa en el aparentemente gastado imaginario de la cocina de desayunos.

 

 

En la emoción de hablar del protagonista de esta historia casi olvido mencionar al pequeño amuse bouche que, a pesar de ser mucho menos pirotécnico, sirvió para dar una idea de lo que nos esperaba. Se trataba de una quesadilla con frijoles negros y las salsas ya puestas como parte de la composición y estilo visual. A diferencia de lo común en este tipo de platos, la parte principal no fue el relleno sino la tortilla en sí, hecha artesanalmente y con un sabor tan especial que el queso y demás sólo le sirven de complemento.

 

Desayuno en Trust

 

Trust es una opción perfecta para la primera comida del día, aunque quizá la vastedad de los platillos lo haga más apropiado para un brunch que para un desayuno tal cual. Cabe mencionar que sirven comida para todas las horas del día pero, por lo pronto, mi real veredicto se reduce a los desayunos que espero repetir pronto.

 

+ Información
Trust – Organic Restaurant
Río Colorado 226, Col. Del Valle, San Pedro.
Lunes a jueves de 7:30 a 22:00 hrs.
Viernes de 7:30 a 23:00 hrs.
Sábados de 9:00 a 23:00 hrs.
Domingos de 9:00 a 18:00 hrs.
Fb/Página del restaurante
Tel. 8335 0820

Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio.
17 de marzo del 2017

Cuaresma en Maremonti

El ambiente folclórico costeño ya es fatigoso, así que regresé a uno de mis favoritos italianos.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

No me considero religioso, pero hay cierto encanto en seguir los ritos católicos que me impusieron desde niño, aunque sea sólo como una forma de expresión cultural. No llego a tanto como ir a misa todos los domingos o confesarme rutinariamente. Eso exigiría un compromiso mayor que mi nivel de devoción. Sin embargo, cuestiones como ponerse la ceniza o no comer carne los viernes de cuaresma, sólo es necesario cumplirlas una vez al año y brindan oportunidad de explorar áreas de los menús de las que inconscientemente me aparto.

 

Lo primero que vendría a la cabeza, considerando mi ya expresada preocupación por cumplir con el calendario católico, sería buscar marisquerías o lugares especializados en comida que no contenga carne roja. Sin embargo, no soy de los que se van por la opción obvia, además que el ambiente folclóricamente costeño que estos establecimientos por lo general intentan emular me parece fatigoso a estas alturas. De manera que decidí regresar a uno de mis restaurantes favoritos de comida italiana: Maremonti.

 

El establecimiento es pequeño y elegante aunque sin la más mínima pretensión de opulencia. La iluminación tenue es perfecta para ambientar reuniones íntimas  y la decoración (a excepción de algunos pequeños murales de sitios célebres de Italia que no llegan a ser por completo de mi agrado) es minimalista, con lámparas modernas y algunas columnas tapizadas con los corchos de las botellas de vino que se han destapado en el lugar desde que abrió. Es divertido ver las secciones de ellas que siguen desnudas esperando brindis futuros.

 

En esta ocasión no podría pedir la recurrente lasaña, con su presentación sofisticada en forma de medallón que, a pesar de apartarse mucho de la rústica cocina de mi nonna, tiene el auténtico sabor italiano de la receta chef Molano (a quien no le he preguntado, pero por el nombre supongo que es compatriota); pero por el plato principal me preocuparía después, finalmente, la oferta de pastas es tan variada que no habría problema en encontrar una que cumpla con mis religiosos requisitos.

 

De entrada, como de costumbre, probé el carpaccio de salmón que, a mi juicio, podría ser el mejor de la ciudad. En ningún otro lugar las lajas son tan delgadas y frescas, además que un ligero sabor a cítricos distingue este platillo que es, por así decirlo, un estándar en los restaurantes de este giro, de las versiones que ofrecen otros establecimientos. Asimismo, el portobello asado (opción que ya no aparece en el menú pero todavía sirven) es un lujo imperdible.

 

En lo que respecta al plato principal, puedo recomendar, a partir de experiencias pasadas, casi todas las pastas del menú: desde las de la sección de clásicos hasta las invenciones del chef (aunque debo decir que el fetuccine alfredo no es el punto fuerte. No es malo, pero no sobresale de entre las innumerables versiones de este platillo que también es un estándar, de hecho parece estar en el menú por protocolo). En esta ocasión, sin embargo, decidí darle oportunidad a los pescados; de otra forma no se sentiría como cuaresma.

 

Mi mayor recomendación es el salmón mandorle. Debo admitir que fue una gran sorpresa, considerando la frecuencia con la que voy, no haber dado con este platillo antes: consiste en una lonja de salmón cubierta en costra de almendras y bañada en una salsa cremosa. Viene acompañado de verduras que en la sencillez de su elaboración resultan el complemento perfecto para un platillo cuya complejidad de elaboración demanda un balance para no abrumar el paladar. No exagero al decir que puede que en delante sustituya a la lasaña, mi plato recurrente del lugar, y Dios sabe cuánto amo esa lasaña.

 

En esta ocasión no ordené postre (finalmente, hacerlo iría contra el espíritu de la cuaresma, ¿qué no?), pero no puedo recomendar lo suficiente el obsesión: un pastelillo de chocolate blando y derretido en el centro que tarda, cumpliendo con la advertencia del mesero, unos engañosos veinte minutos en llegar a la mesa después de que se pide. Asimismo, el crème brûlée, con su acrobática disposición de caramelo sólido que desafía la convención de simplemente usarlo para cubrir la superficie de su cuerpo cremoso, es un triunfo.

 

+ Información
Maremonti
Av. Revolución 3985 / L-l 4 / Col. Torremolinos, Monterrey
Tel. 8103 0096

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09 de marzo del 2017

El mero gallo

Desde la decoración hasta la comida, todo embona perfectamente para crear una experiencia única.
Redacción por: Trimalquio
Fotografía por:

Cuando uno escucha un número en el nombre de un restaurante, pasan dos cosas. La primera es que automáticamente sabes que es el número de domicilio (óptimo si piensas mandar una carta con tus felicitaciones). La segunda es que seguro va a tener un concepto que, por su extravagancia, la gente denominará hípster, pero en realidad es producto de la escuela de diseño de Ilse Crawford, que eleva lo cotidiano al lujo.

 

Al entrar al Gallo 71 llegas a un lobby que es una habitación pequeña con un piso de azulejos de barro pintado, que quizás te recuerden a la casa de cierta tía abuela que vivía en la zona más antigua del centro de Monterrey. Sobre estos se erigen un contador de madera rústica, una banca de tablas y una cubeta con cervezas para tomar mientras esperas tu turno para ser sentado – por suerte hiciste reservación y no vas a tener que abusar de la cortesía, ¿verdad?. 

 

 

 

Por fin, después de algunos minutos y varias Heineken casi tibias, una hostess dice nuestros nombres y abre la cortina de terciopelo que nos separaba del área principal del lugar. Así se revela un cuarto amplio en tonos grises lleno de mesas aparentemente desordenadas entre las que se erizan repisas de metal negro llenas de ¿abarrotes? Pronto me entero que la familia del dueño del lugar viene de una tradición de tiendas de abarrotes, de manera que la peculiar decisión decorativa sirve como una especie de homenaje a su ancestría. Aun así, al igual que los muebles de la entrada, las repisas y los propios abarrotes eran inequívocamente decorativos. No artificiales, pero sí decorativos: botellas de refresco en presentaciones descontinuadas, bolsas de harina en edición de mediados del siglo pasado, etcétera.

 

Pero ya me he extendido demasiado con las introducciones y es menester que empiece a hablar de comida. La oferta de bebidas es amplia e interesante, al ofrecer desde aguas de frutas naturales hasta cocteles de lo más selectos. Mi acompañante pidió una sangría que se pavoneaba con la novedad de tener fresas, las cuales le daban un color que le hacía más justicia a su nombre que la presentación tradicional.

 

 

 

Por mi parte pedí, tanto un agua de guayaba, como un coctel que, quizás como resultado de tomármelo después de las varias cervezas en la recepción, me es imposible nombrar: recuerdo que llevaba mezcal y piña y que venía servido en un frasco de cristal en el que una rodaja de la fruta se asomaba a medias como un sol naciente. Ambas bebidas superaron mis ya de por sí altas expectativas.

 

Sobra decir que el menú le es fiel al espíritu del lugar o ¿es el lugar el que le es fiel al espíritu de la comida que sirven en él? Lo más llamativo es que toda una sección de él está dedicada a tacos, ya sean de filete wagyu o al pastor o de mariscos. Todos compartían la cualidad de dejar en claro que la calidad de los ingredientes los separa de cualquier taquería en la que de verdad te sentarías en un banco de tablas o una silla de plástico de Coca Cola.

 

 

La oferta no se reduce a esto, claro está. Hay cortes de carne variados, vegetales asados, mariscos, pescados y un largo etcétera. Para empezar, Encolpio y yo pedimos los tacos al pastor, aunque era claro que el chef no tenía la intención de que fueran botana. A pesar de la simplicidad aparente del plato, la carne estaba preparada con tal cuidado que los adobos, incluso al estar claramente presentes, no se volvían los protagonistas. También la alcachofa es altamente recomendable, aunque recientemente se ha vuelto un estándar gastado en restaurantes de este estilo. Como plato principal tuvimos la espinita de rib eye y los ostiones Kumamoto. Tristemente, mi compañero no soporta la sangre, de manera que tuvimos que pedir la carne un poco más cocida de lo que me gusta. Aún así, lograron darle un término que creo que nos satisfizo a ambos.

 

En lo que respecta a postres, debo admitir que la situación fue levemente decepcionante. La especialidad era el cheesecake de moras que yo ya saboreaba desde que vi al primer mesero pasar con uno de ellos hacia otra mesa. Cuando por fin pedimos y llegó el nuestro, grande fue la sorpresa al descubrir que estaba congelado. Le mencioné esto al mesero, que sólo respondió que así era como lo servían. No quiero pasar por un purista del pastel de queso, pero para mí uno de los atractivos principales de este postre es la textura cremosa que se pierde por completo al ser congelado. De querer ofrecer pastel de nieve, mejor deberían hacer pastel de nieve en lugar de arruinar otro.

 

 

 

Fuera de este detalle (que si bien fue mínimo, al ser el broche con que se cierra el ritual alimenticio parece resonar con más fuerza), todo fue excelente: desde las bebidas y los platos principales, hasta las guarniciones. Lo más impactante es que todo, desde la decoración hasta la comida, embona perfectamente para crear una experiencia que nadie debería perderse.

 

+info
Fb/Gallo71
Tel. 8335 6200

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