20 de septiembre del 2018

¿Es saludable el chocolate?

Libera endorfinas, reduce riesgos de salud y es bueno para los dientes pero no cualquier chocolate.
Redacción por: Daniel Walle
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Hoy en día existe un amplio cuerpo de evidencias, hechos y opiniones sobre los compuestos químicos que están presentes en el chocolate y que tienen beneficios para la salud. Una rápida búsqueda en internet revelará diferentes datos, como que el chocolate libera endorfinas en el cerebro que asemejan a aquellas que nos dan un sentido de enamoramiento, actuando como analgésico; que consumir chocolate ayuda a reducir los riesgos de enfermedades cardiacas y del desarrollo del cáncer; que el chocolate es bueno para los dientes; y así la lista sigue y sigue.

 

Es cierto que el cacao (planta de la cual proviene el chocolate) es extremadamente compleja. Contiene compuestos naturales como la cafeína, polifenoles, pirazinas, fosfolípidos, taninos, teobromina y más. La lista de palabras rimbombantes y multisilábicas se extiende hasta las centenas, por lo que solo comentaré las que más importancia tienen y las que lo harán sentir, chocoamante lector, menos culpable por esa tableta que acaba de ingerir.

 

Las más importantes son dos: la teobromina y el flavanol. El primero es responsable de los efectos inmediatos del chocolate, como la sensación de éxtasis, relajación y enamoramiento, además de actuar como vasodilatador y relajante muscular. La teobromina es la responsable también, en parte, por el sabor amargo.

 

El flavanol, por su parte, es algo más complejo. Es alto en antioxidante y ayuda a reducir las radicales libres que causan enfermedades del corazón y cáncer, además de otros beneficios cardiovasculares, como reducir la presión arterial y mejorar la circulación. Lo malo es que un porcentaje de estos últimos compuestos se pierden durante el proceso de fermentación y tostado del cacao. Al mismo tiempo, si existe presencia de leche, ésta inhibirá la absorción de flavonoles en el organismo.

 

Para maximizar los beneficios es importante comer chocolate obscuro, alto en sólidos de cacao y bajo en azúcares.

 

Entonces, ¿comer chocolate es saludable? Depende. Recordemos que es alto en grasa y azúcares, lo que significa que grandes dosis llevarán irremediablemente a una ganancia de peso, negando así cualquier beneficio que pudiera otorgar. Pero si se consume chocolate de manera moderada y con un buen nivel de sólidos de cacao (aproximadamente 56 por ciento en adelante) estoy seguro que verá beneficios, tanto como para su cuerpo, como para su alma.

 

 

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Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio".
27 de octubre del 2017

Crónicas de un “restaurantweekero”, vol. 2

Invité a mi madre a compartir un brunch en la cafetería The Nada.
Redacción por: Daniel Walle
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No hay nada como disfrutar de un buen desayuno acompañado de una buena taza de la bebida de tu elección. Pero definitivamente compartir esto con tu madre no tiene punto de comparación. En este volumen número 2 de Residente Restaurant Weekend invité a mi madre a compartir un brunch en la cafetería The Nada.

 

Confieso que yo ya conocía un poco el establecimiento pero solo había probado sus cafés, papas al curry y sodas hechas en casa. Ésta era la oportunidad perfecta para conocer un poco más de la oferta y pasar un buen rato familiar.

 

Llegar al lugar siempre te hace sentir curioso. Hay tantas puertas que dirigen a tantas áreas para disfrutar del momento de distintas maneras que hacen que uno recuerde ciertas partes de su niñez, pero ahora con un toque totalmente creativo y sofisticado. Las áreas se adaptan a los comensales y a su ánimo y no el comensal al local, punto que le encantó a mi madre. Después de pensarlo con detenimiento, ella escogió una mesa cerca de una ventana, la cual tenía un bonito y a la vez minimalista florero como decoración.

 

 

Pidió un té chai latte y yo un Earl Grey para comenzar. La manera que ofrecen el té me parece extraordinaria. La carta tiene muchas opciones de dicha bebida y de tisanas, tantas que satisfacerían a la persona más exigente.

 

Para desayunar nos decidimos por un omelette poblano para ella y unos chilaquiles oaxaqueños para mí (después de cambiar mi orden dos veces debido a la disponibilidad de platillos). El local hace una aclaración en su menú diciendo que cada comida se prepara al momento de la orden para garantizar la frescura. A pesar de esto, tengo que admitir que el servicio fue muy rápido.

 

Todo estaba genial. No podíamos pedir más a ese omelette bien cocinado y ese sabroso mole que bañaba mis chilaquiles, claro, acompañado de la atmósfera más relajante que pudiera haber. Rematamos con unos bisquets integrales con crema batida, coulis de fresa hecho en casa y acompañados evidentemente de un chocolate caliente. De nuevo me agradó bastante la manera de servir el chocolate. Los conocedores no me dejarán mentir: lo que hace a una taza de chocolate excelente es una buena espuma y esta sí que era una señora espuma.

 

El servicio siempre fue muy amable, amigable y eficiente pese a las pequeñas complicaciones que puede presentar las diferentes áreas del local. Cabe recalcar que a pesar de cambiar mi orden dos veces por la no disponibilidad de pre – preparaciones, nunca se me negó el platillo y siempre se me ofreció hacerlo desde cero, aunque tardara más.

 

Mi madre salió encantada y satisfecha de la cafetería mientras me decía “Gracias, hijo”, a lo que yo le respondí “The nada, mamá”. Por su expresión me alegro de ser chocolatero y no ser comediante.

 

 

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10 de octubre del 2017

Chocolate inmortal

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Hace unos días me encontraba con mi hermana abriendo unas barras de chocolate de hace ya tiempo para preparar un postre. Tuve que ir por algunas cosas a mi habitación así que la dejé un momento encargada de la tarea de quitar las envolturas de papel y aluminio. Cuando volví, me informó que el chocolate estaba echado a perder y que tenía una capa delgada blanca, que a su entendimiento, semejaban hongos. Esto me sorprendió un poco pero de inmediato entendí a lo que se refería. El chocolate había eflorecido su manteca de cacao.

 

Me dejó pensando en qué tan fácil es confundir este proceso natural del chocolate y que las personas muchas veces desconocen. Permítanme explicarlo para que nunca vuelvan a tirar chocolate, ya que éste no es terreno propicio para hongos.

 

La ciencia conoce desde hace tiempo la causa de que nuestro postre favorito a veces adquiera esa característica y desagradable (para la vista de algunos) película blanquecina. Un detallado examen de rayos X revela este proceso. La fina película blanquecina que se forma en la superficie de algunas barras es completamente inocua, pero muchos entusiastas del cacao la encuentran desagradable a la vista y al paladar. Es es el resultado de la incorrecta cristalización de la manteca de cacao.

 

Existen seis tipos de cristales en la manteca del cacao que pueden transformarse y sólo uno es el que otorga al chocolate su textura fina y suave. Para lograr esa cristalización es preciso calentarlo y enfriarlo de una manera muy concreta, un proceso conocido como “templado”. Cuando no se realiza correctamente, la manteca de cacao cristaliza mal y sale a la superficie, creando vetas blancas o no separándose del molde donde se vertió.

 

Pero mi chocolate ya estaba correctamente templado y en forma de barra, entonces, ¿por qué desarrolló esa capa blanca en su superficie? A este proceso se le conoce como eflorescencia de grasa y es un proceso natural de la manteca de cacao.

 

La serie de factores que precipita la capa es el aire. Cuanto más poroso sea el chocolate (algo que puede ocurrir por batir demasiado la mezcla) más probabilidades hay de que aparezca la temida película. La temperatura es otro factor importante. Cuantas más veces se caliente y se enfríe la manteca de cacao una y otra vez, más se acelera también el proceso. O simplemente el paso del tiempo.

 

Más sin embargo esto no es indicador de que nuestro chocolate ya esté caduco, sino que sencillamente ya lleva, o demasiado tiempo guardado, o el lugar donde se encuentra está siendo azotado por cambios de temperatura frecuentes.

 

Mi recomendación, por si no quieren que su chocolate pierda su lustre, es que guarden las tabletas en lugares frescos y secos… o simplemente devoren todo el que llegue a sus manos tan pronto como sea posible.

 

 

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26 de septiembre del 2017

Crónicas de un restaurantweekero vol. 1

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Foto Gabriela Hernández

 

 

El primer volumen del Residente Restaurant Weekend llegó y debo admitir que emocionó tanto a mi parte glotona como sibarita. Alguien tenía que sacrificarse así que me di a la “cruenta” tarea de visitar no todas, pero si algunas de las reposterías locales y aprovechar sus promociones. Si bien la oferta fue excelentemente variada, con opciones que iban desde sencillas pero hipnóticas cafeterías hasta lugares de alta repostería, hoy quiero hablar de mi experiencia en Mille Délices.

 

La oferta en la tienda y cafetería de panadería y repostería francesa no podría ser mejor: por $99 pesos podías degustar un delicioso croissant de roast beef, jamón serrano o pechuga de pavo, o una chapata de los mismos ingredientes acompañada de un sabroso jugo de naranja, y rematar con una de las miles de suculentas delicias que son sus postres. Mi lado glotón grito de emoción al saber esto y mi lado gourmet se llenó de curiosidad.

 

La experiencia no pudo ser más completa. Uno es atacado inmediatamente cuando entra al local, con su simplicidad y elegancia. El reducido espacio en realidad le ayuda a ser aún más acogedor. El servicio al cliente es amigable y divertido, ya que uno siente que las chicas que te atienden saben lo que están de verdad vendiendo.

 

Comencé con mi croissant, una delicia de mantequilla mezclado con el suave sabor del jamón serrano. Fue aún más placentero al acompañarlo con el jugo de naranja. Pero ustedes saben que aquí estamos en gran parte por el chocolate, así que seguí con mi postre. Escogí la tarta de chocolate.

 

Como chocolatero y por gustos, para mí no existe tal vez una danza más sublime de sabores que la combinación de chocolate y frambuesas. Creo que Benjamín Bidel sabe esto muy bien, ya que esa tarta era en exceso deliciosa. Una totalmente crujiente base de mantequilla hablaba de que era totalmente fresca. El relleno me pareció una ganache muy suave y la base de chocolate de leche servía de puente perfecto entre la cohesividad de la cápsula de jelly de frambuesa que había en su centro, con el resto del relleno, una ganache más densa a base de chocolate semi amargo. Todo esto para terminar con la frambuesa fresca, que a mi manera de ver, sirve no sólo de decoración, sino como limpia paladares y remembranza del momento. Te golpea con esa sensación de acidez y fragancia de la misma.

 

Me levanté alegre y satisfecho mientras una de las muchachas me decía: “Vuelve pronto”. Amiga, claro que voy a volver. Mille Délices tiene la mejor tarta de chocolate de toda la ciudad.

 

 

 

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11 de septiembre del 2017

Chocolate Ruby

La joya en las chocolaterías.
Redacción por: Daniel Walle
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La noticia que ha sacudido al mundo de la chocolatería estos últimos días nos ha dado mucho de qué hablar a reposteros, confiteros y chocolateros.

 

Entre las más de mil 100 variedades de cacao existen tres que se consideran el arquetipo para producir diferentes tipos de chocolates: el cacao forastero (africanos en su mayoría), el criollo (mexicano por excelencia) y un híbrido de estos dos últimos: el cacao trinitario.

 

Esta semana se reveló un cuarto tipo. Lanzado por la famosísima marca de chocolates Callebaut, el cacao de origen ecuatoriano y brasileño recibió el nombre de “Ruby”. Tras estudios y pruebas de más de 13 años, la compañía belga logró cultivar un cacao cuya semilla es color salmón y que al ser procesada en chocolate le confiere un deslumbrante color rosa.

 

Entre las características que lo clasifican están, además de su profunda tonalidad, un perfil de sabor lácteo, y al mismo tiempo, ácido, lo que nos recuerda a una especie de yogurt muy armónico. Éste porta una carta de aromas muy frutal y fresca, propia de los cacaos trinitarios y forasteros.

 

Anteriormente ya se habían presentado cacaos nuevos para ampliar los tipos pero ninguno fue concluyente. Un ejemplar es el Arriba, también de Ecuador y que se postulaba como el cuarto tipo. Sin embargo, fue descartado eventualmente por su similitud con los cacaos de alta crianza trinitarios.

 

Sólo el tiempo y la ICCO (organización internacional que regula los cacaos y ventas de chocolates) dirán si este nuevo ingrediente rosa podrá sentarse entre los ya tres reyes del mundo de la chocolatería.

 

Mientras, el mundo lo espera ansioso. De eso sí estoy seguro.

 

 

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23 de agosto del 2017

Tarta de “sobrantes” de chocolate

¿Ahogándote en chocolate? ¡No hay problema!
Redacción por: Daniel Walle
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La maldición del amante al chocolate siempre va a ser la falta de mesura de lo que puedes guardar de tabletas y confituras, así como no saber cuándo decir “Esto es suficiente para tener guardado”.

 

Más temprano que tarde te comienzas a dar cuenta que tus “arcas de chocolate” (así les digo a mis gavetas de la cocina en las que lo guardo) están llenas a reventar y no sabes qué hacer con tanto y cómo usarlo antes de que se derrita o pierda propiedades.

 

Deseas comértelo todo y no habría quien te culpara, después de todo sólo eres un ser humano y tu fuerza de voluntad se enfrenta a la máxima prueba. Tú sabes que si comes tanto de un solo golpe no será bueno a largo plazo y pronto estarás temblando por el subidón de azúcar.

 

Hoy les traigo la respuesta a tan “difícil” cruz que tenemos que cargar. Esta receta se puede emplear para cualquier tipo de chocolate y confituras sobrantes, así que las combinaciones de dos o tres diferentes, o incluso de bombonería, son totalmente válidas. Traten varias combinaciones y vean cuál puede llegar a ser más deliciosa.

 

Tarta de “sobrantes” de chocolate

 

INGREDIENTES

 

Mezcla

250 gr. sobrantes de chocolate

200 gr. mantequilla

2 huevos

3 yemas

50 gr. azúcar (de ser necesario)

100 gr. harina

 

Base de tarta

300 gr. harina

200 gr. mantequilla

1 pza huevo

1 pza yema

1 pizca sal

3 cdas. licor, agua o leche

 

Procedimiento

1. Cortar la mantequilla en cubos y colocar la mantequilla, sal y harina en un procesador hasta formar un arenado. Cuidado de no trabajar mucho la masa.

 

2. Añadir el huevo, la yema y el licor y procesar un poco para incorporar en una masa homogénea. Enfriar la masa 20 minutos.

 

3. Extender en un molde para tarta de 25 cm. y pinchar con un tenedor el fondo para que no se hagan burbujas.

 

4. Hornear a 180°C durante 12 minutos o hasta que esté dorada. Reservar.

 

5. Derretir el chocolate junto con la mantequilla.

 

6. Mezclar en la mezcla tibia de chocolate y mantequilla los huevos y las yemas.

 

7. Incorporar de manera envolvente la harina a la mezcla y el azúcar de así haberla deseado.

 

8. Verter en la base de tarta y hornear a 150°C por 15 minutos.

 

9. Decorar con merengue espolvoreado con cocoa si se desea.

 

 

Esta receta es increíble para practicar la creatividad y ver cómo combinan varios tipos de chocolate y chocolatería. Es ideal también para un regalo de emergencia o un gusto para ahorrar espacio. Recuerden que tirar chocolate no es una opción.

 

 

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25 de julio del 2017

El lujo de comer chocolate

¿Por qué quejarse del precio del chocolate? Yo entiendo cuatro razones.
Redacción por: Daniel Walle
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¡Ah, la buena vida! Te levantas todas las mañanas y te diriges a lo que muchos considerarían el mejor trabajo del mundo. Inmerso en aroma a chocolate, mientras haces el alimento más rico de todos. Tus amigos te envidian diciendo: “Hacer chocolate debe ser muy divertido y genial. Y sobre todo, se vende bien caro”.

 

Lo último es lo que nos reúne hoy acá, ya que más de una vez he escuchado a conocidos y familiares hacer esta declaración, poniéndonos a nosotros chocolateros como si en realidad los estuviéramos estafando con un precio elevado. Hoy vengo a decirles que, la verdad, la brecha ganancia – precio no es tan grande, ergo, la ganancia no es mucha. Me explico.

 

Algo que se tiene que entender es cómo y con qué se produce el chocolate y lo necesario para llevar un fruto hasta la deliciosa barra o confitura que conocemos. Hacerlo desde cero es un proceso largo. Involucra un entendimiento por lo menos básico de química, biología, algo de ingeniería, por supuesto un buen paladar, habilidades culinarias y al menos unas ocho a diez horas de trabajo solamente para obtener el producto que después se convertirá en una tableta o tal vez en ingrediente de algún postre pastel u otra preparación. Además, no encuentras granos de cacao aptos en el supermercado.

 

El cacao crece en regiones selváticas exóticas a las cuales la mayoría de las veces es complicado llegar. En la producción las máquinas requieren mantenimiento constante. Conseguir el perfil de sabor adecuado muchas veces presenta un reto y eso sin hablar del principal problema al que el chocolatero se tiene que enfrentar y lo que, en mi opinión, inspira la declaración que mencioné antes: la mayoría de la gente conoció y está acostumbrada al chocolate imitación o sucedáneo de $5 a $8 pesos.

 

Esto implica un montón de trabajo extra para nosotros chocolateros, ya que nos tenemos que sumergir en la tarea de educar a nuestros clientes para que entiendan que el precio está justificado. Entonces comienzas a ofrecer tours por fábricas, dar clases, sesiones demostrativas y degustaciones e invertir tiempo en redes sociales dando a conocer hechos y beneficios, lo cual puede ser casi tan demandante como hacer el mismo chocolate. Todo esto sin mencionar el hecho de que la maquinaria es cara y el empaque tiene que sin dudas verse elegante y con toque de distinción.

 

La verdad que hacer chocolate es así de caro. Entonces, ¿por qué quejarse del precio del chocolate? Yo entiendo cuatro razones:

 

1. No sabemos y ni nos interesa saber qué pasa para llegar a ese producto. Es naturaleza humana. Si algo no nos interesa rara vez vamos a investigar su origen y proceso. Si dejamos fuera la producción, me he topado gente que no sabe siquiera cómo es un árbol de cacao o que el chocolate se hace a partir de semillas.

 

2. Nunca hemos probado chocolate real. Ya había hablado de esto antes en la columna “Chocoamante joven”. Si no la han leído, les aconsejo que lo hagan para que me entiendan un poco más en este punto. Pero en resumidas cuentas lo que quiero decir es: si no has probado lo bueno y original, es difícil que valores algo en realidad.

 

3. Tenemos en la mente la mercadotecnia de las grandes empresas. Un ejemplo rápido que puedo dar a esto es la frase de venta reciente de un chocolate ampliamente vendido en México: “El chocolate real no se muerde”. Morder y oír cómo se rompe un chocolate en tu boca es criterio de calidad a nivel mundial. ¿Por qué engañar a la gente haciéndolos creer que están comiendo algo auténtico a un precio imposible?

 

4. Nos olvidamos que es un alimento de alta cocina. ¿Por qué quejarse del precio del chocolate cuando de seguro en alguna ocasión hemos querido comprar una botella de vino con alto precio para una ocasión muy especial? El chocolate es un alimento complejo e históricamente ha acompañado al vino en esta rama.

 

Mi intención no es satanizar o hacer elitista al chocolate. Lo que quiero decir es que cuando compres chocolate ese dinero fue dinero bien gastado. Ten por seguro que estas comprando algo con mucho trabajo y mucha dedicación detrás. Eso sin decir lo obvio: ¿a quién no le gusta el chocolate?

 

 

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26 de junio del 2017

Dichos en una taza de chocolate

El folklor y sentido del humor mexicano siempre han estado presentes en el chocolate.
Redacción por: Daniel Walle
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“El chocolate es tan santo que de rodillas se muele, con las manos juntas se bate y con la vista al cielo se bebe”. Eso decía la etiqueta de aquel chocolate de mesa de Oaxaca que había llegado a mi poder. Y si bien esa frase se encuentra entre mis favoritas, releerla me puso a meditar mucho sobre cómo el folklor y sentido del humor mexicano siempre han estado presentes en este producto.

 

Entre mis memorias empezaron a sonar las expresiones que había escuchado decir a mi abuela, tías y otras personas, todo esto mientras me preparaba mi taza de chocolate. La primera que me vino a la mente fue “Ni amor reanudado, ni chocolate recalentado”. Hace énfasis en que las cosas la primera vez siempre son mejores que las segundas, similar a las tazas de esta bebida recalentada, que carecen de espuma y algo de los sólidos se asentaron en el fondo.

 

El primer sorbo me recordó otra: “Las cuentas claras y el chocolate espeso”. Cuando dicho ingrediente llegó a Europa, había dos maneras de beberlo, o muy cargado y espeso, o muy claro y en exceso diluido en leche. La primera tuvo más éxito, por lo que el refrán da lugar a abordar los temas tal como deben de ser.

 

Ya iba a media taza cuando el aroma me hizo recordar lo que le oí a un tendero en el mercado de Querétaro mientras hablaba con un amigo suyo: “Si como lo menea lo bate, imagínate como saldrá el chocolate”. Creo que sobra decir cuál era el tema en cuestión entre estos dos caballeros y la mujer que acababa de cruzar en su camino.

 

Acabé mi bebida y entonces recordé una vez más: “No hay mal que 100 años no dure, ni pena que el chocolate no cure”. Pues la verdad que en mi experiencia no he visto a nadie comer ni tomar chocolate y mantenerse decaído. Me asombré una vez más de cómo éste se prestó de manera magnánima para volverse parte una vez más de la cultura. Sonreí por el ejercicio mental que acababa de hacer y me dispuse a preparar otra taza más, ya que en palabras de Bob Greene: “A cualquier persona sana le encanta el chocolate”.

 

 

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07 de junio del 2017

Macarons para chuparse los dedos

Entre las cosas más complejas y satisfactorias de la repostería se encuentran los macarons.
Redacción por: Daniel Walle
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Estas galletas de origen francés son una delicia a la hora del postre. Forman parte emblemática en el mundo de lo dulce, pueden verse tan elegantes o tan juguetones como se desee, y tan simples o complejos como se requiera.

 

Son a manera de sándwich con un relleno en medio como una mermelada, un ganache o algún caramelo. Obviamente yo los prefiero con chocolate o algún ganache pero siempre son sabrosos.

 

Ahora que están antojados y con ganas de probar les compartiré la receta que he usado para hacerlos en casa desde hace años.

 

Receta base para macarons

250 gr. polvo de almendra

250 gr. azúcar glass

80 gr. claras de huevo

250 gr. azúcar refinada o estándar

80 gr. agua

95 gr. claras de huevo

 

1. Primero se deberá tomar el azúcar glass y el polvo de almendras y pasarlos por un colador.

 

2. Después, mezclar la primera parte de clara (80 gr.) y formar una especie de masa, ésta se conoce como macaronage.

 

3. Si se desea un color específico se deberá mezclar en este punto colorante en gel. Es importante usar en gel o en polvo, ya que usar un colorante base agua afectaría la cocción del macaron y no se obtendría la consistencia adecuada.

 

4. Una vez que tengan su macaronage, habrá que hacer merengue italiano. Tomen el azúcar refinada y combinen con el agua y lleven a fuego. Con ayuda de un termómetro para caramelo cocinen el azúcar hasta llegar a 121°C. Si no cuentan con un termómetro pueden apoyarse con un cuenco con agua fría y una cuchara. Tomen un poco del caramelo y dejen caer una gota en el agua, el caramelo estará listo cuando se forme una bola suave en el agua. Tengan mucho cuidado al momento de trabajar con caramelo ya que una quemadura del mismo puede ser muy dolorosa.

 

5. Una vez que tengan su caramelo, monten la segunda parte de claras a punto de nieve en una batidora y agreguen en forma de hilo el caramelo a las claras hasta formar el merengue. Combinen su merengue con su macaronage y vacíen su mezcla en una manga pastelera con una duya lisa.

 

6. Forjen macarons del tamaño que deseen sobre una charola cubierta con papel de cocción o tapetes siliconados. Dejen secar sus macarons por al menos 30 a 45 minutos y hornéenlos a 150°C (300°F) por 12 minutos.

 

7. Déjenlos enfriar, rellenen con lo que gusten y decoren como dicte su creatividad.

 

 

Hacer macarons puede llegar a ser un reto considerable así que tengan paciencia y perseverancia a la hora de hacerlos, ya que como todo lo bueno, requiere de esfuerzo llegar a la recompensa.

 

 

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19 de abril del 2017

Chocoamante joven

Unos ojos que miraban con incredulidad y curiosidad. Esa niña no debía tener más de cuatro años.
Redacción por: Daniel Walle
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Siempre me gustaba cuando los niños llegaban a la chocolatería en la que solía trabajar y en la que empecé mi formación en este oficio. La reacción de todos hasta cierto punto es la misma: corren y pegan su cara contra la vitrina que exhibe bombonería, figuras y demás confituras, mientras gritan y ríen con asombro.

 

Creo que me gusta su reacción porque me identifico con su sentimiento de emoción al ver tanto chocolate junto en un solo lugar. Esa sensación de expectativa combinada con impaciencia por probar las diferentes combinaciones de sabores y el simple hecho de poder tocar y tener de cerca cosas que parecen sacadas de una galería de arte.

 

Pero esta niña era diferente. No sé si era por el hecho de que su padre la tenía tomada de la mano o la golosina sabor chocolate que llevaba (más en la cara que en la mano) que la privaba de seguir el orden natural de las cosas. El padre de la niña había venido a hablar con mi maestro, ya que era largo el tiempo desde la última que entablaron conversación.

 

Más pronto que tarde mi maestro notó a la hija de su amigo devorando esa imitación de chocolate y le preguntó “¿Te gusta mucho el chocolate?”. La niña asintió con la cabeza de manera enérgica, así que mi maestro los guió a ella y a su padre a la vitrina. “Te voy a dar un chocolate que te va a gustar mucho. Vas a ver”, dijo mi maestro mientras le ofrecía uno con la mano.

 

La niña emocionada lo tomó sin soltar aquella golosina saborizada e hizo una comparación rápida y un juicio aún más veloz. Le dio una mordida al chocolate, volteó a ver su otra mano y en un movimiento rápido, pero maquinalmente torpe, propio de las personas tan jóvenes, se deshizo de su golosina y comenzó a comer su nueva adquisición. Por fin observé la reacción que esperaba desde que la vi entrar. Un brillo salió de sus ojos y comenzó a ver con fascinación todo lo que había frente a ella mientras pedía otro chocolate más.

 

El punto de esta historia es que muchas veces el regiomontano vive con una concepción errónea de lo que es el chocolate. Piensa que éste empieza y acaba en esas golosinas saborizadas cargadas a más no poder de azúcar, que hacen tanto daño nutricional y de salud, y que buscan acercarse lo más que se pueda al sabor, aroma y sensaciones que sólo el chocolate real tiene. Esta joven persona, en su inocencia e inexperiencia en la vida, pudo experimentar la abismal diferencia entre dos productos y llegar a emitir una crítica contundente.

 

Había vivido situaciones similares con familiares, amigos y compañeros, en las que veía que una vez que pruebas lo de verdad ya no hay vuelta atrás. No hay comparativa de experiencia.

 

De todas esas historias ésta es a la que más le tengo cariño porque sin duda es un juicio imparcial y sin estigmas, que además confirma lo anteriormente dicho. Esa pequeña siempre buscará un chocolate real antes que una golosina sabor chocolate. Esto lo sé de primera mano porque su padre vino poco después a la chocolatería buscando el mismo producto y unos cuantos más diciendo “Ya no come los otros ‘chocolates’ que le compramos. Dice que ya no le gustan. Creo que así mantiene el negocio creciendo el chef. Les siembra el gusto a las nuevas generaciones desde temprana edad”.

 

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11 de abril del 2017

¿Cuál es el mejor chocolate del mundo?

La calidad de un chocolate reside en el tipo que es, su carta de aromas, acidez y más.
Redacción por: Daniel Walle
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Entre las preguntas que me hacen más frecuentemente mis amigos, familiares y allegados se encuentran: “¿Cuál es el mejor chocolate del mundo?”, “¿Cuál es el mejor chocolate de todos?” y, los que tienen la dicha o desgracia de estar más en contacto conmigo y mi mundo, “¿Qué tan amargo tiene que ser el chocolate para que sea bueno?”.

 

Esta última siempre la respondo con gusto y mucho ánimo, ya que es normal para una persona desconocer la respuesta y es aún más normal (tristemente) no esclarecer la duda. También casi siempre recibo inmediatamente el remate “Según yo, son los chocolates belgas por esta y esta otra razón”, “Deben ser los chocolates que hacen los franceses o los italianos porque están muy caros y por eso deben de ser de alta calidad” o “-Inserte marca de chocolates y/o golosinas aquí- son los chocolates más ricos”.

 

Pues no se qué tanto dinero tengan los chocolates de la mencionada marca o cómo llegó la persona en cuestión a saber de dicha fortuna, ya que no soy muy fanático de seguir el mundo de la farándula tan de cerca. Lo que sí sé es cómo apreciar un chocolate por sus cualidades y cómo saber si uno es abundante o escaso en alguna característica.

 

Si entre ustedes, desocupados lectores, existe alguien con conocimiento en vinos entenderá rápidamente lo siguiente: “El mejor chocolate de mundo es aquel que a ti te gusta.”

 

Las cualidades que dictan la calidad de un chocolate, así como su precio, van desde algo tan simple como qué tipo de chocolate se va a crear (amargo, semi amargo, con leche o blanco) hasta algo complejo, como la carta de aromas que ofrece, acidez, fluidez, etcétera.

 

Las dos cuestiones involucran inversión por parte del productor pero la primera es un poco más obvia en su naturaleza económica. Los chocolates blancos y de leche generalmente involucran más procesos e ingredientes que sus hermanos amargos y semi amargos. En segundo lugar tenemos las cualidades de aroma y cuerpo que desarrollan los granos de cacao. Esto por factores como el tipo de cacao, el tipo de tierra donde estaba plantado el árbol, el manejo y técnicas en el proceso de fermentación de los granos de cacao, grado de tostado y molienda de los granos fermentados, así como el refinamiento de cuerpo y sabor. El hombre o mujer de los vinos ya me entendió.

 

Si bien un producto con un alto precio puede ser a veces de alta calidad, eso no quiere decir que un alto precio sea sinónimo de alta riqueza en sabor para nuestro paladar y viceversa. No porque algo sea barato quiere decir que sea de baja calidad o que no vaya a ser de nuestro agrado o se convierta en nuestro favorito.

 

Por su gran abanico de posibilidades y capacidad para satisfacer cualquier paladar el mejor chocolate del mundo será el que nos guste a nosotros o probablemente el que nos regale una persona especial. Eso sí, siempre y cuando sea un chocolate real y no una imitación. Pero eso lo dejaremos para otra ocasión. Hasta la próxima semana.

 

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Octubre-Noviembre 2023
Especial Dulce Delicia

Guía NL
Octubre-Noviembre
2023

2023
Platillos Icónicos de Nuevo León
Volumen V