Guía de cerveza local regiomontana
02 de noviembre del 2018

La cerveza ideal

Hay tres características esenciales para encontrar tu cerveza ideal.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por:

Seguido me preguntan cuál es mi cerveza favorita y honestamente es una pregunta bien difícil y conforme voy probando y conociendo más, es más difícil responderla. Aunque el paladar de cada uno de nosotros es distinto hay tres puntos muy importantes que tiene una cerveza para ser tu favorita y no lo digo yo, lo dice la ciencia.

 

1) Calidad
A varios les gusta defender que la calidad en esta bebida es subjetiva. No lo es. Una cerveza de calidad implica que el producto final no tiene lo que se le conoce como off flavors, sabores y aromas no deseados, los cuales son generados para malas prácticas de producción. Algunos ejemplos son la acidez acética (vinagre), mantequilla, acetona, manzana verde o plástico. Sólo basta con googlear (sigo sin creer que vivimos en un mundo en el que googlear es ya un verbo) off flavors beer y recibir una avalancha de artículos al respecto.

 

2) Frescura
A veces se nos olvida que la cerveza es un alimento, y como tal, la frescura es un tema altamente importante. El tiempo es de los peores enemigos de la cerveza, junto a la temperatura y el oxígeno. El tomar una cerveza fresca implica que los aromas y sabores que buscaba el productor están intactos, sobre todo con cervezas cuyo perfil aromático es por el lúpulo, éstos se encontraran mejor preservados. Por lo general no hay cerveza más fresca que de barril, así que si tienes oportunidad de encontrar a tu productor favorito en algún bar de barril no dudes en pedirla.

 

3) Consistencia
El punto crítico para pasar de un buen cervecero a uno extraordinario. Entre más pequeño el tamaño de la cervecería y menos artilugios automáticos, la consistencia es algo más complicado. Difícilmente cada lote es idéntico, pero no te preocupes, las diferencias suelen (y deben) ser sutiles. A menos que siempre tomes la misma cerveza o seas el que la hace, no sueles notar esas sutiles diferencias, pero están ahí, aunque no las veas, algo así como el amor, pero menos bonito. Cuando la diferencia es demasiado notoria o la cervecería cambió la receta es cuando uno se lleva decepciones, más cuando el producto final te gustaba tal y como era. Eso pasa mucho con las micro cerveceras grandes (y no es oxímoron), pero me refiero que surten ya a nivel internacional.

 

Con lo anterior, sería lógico decir que mi cerveza favorita es la que cumpla con esos tres puntos, pero la verdad es que mi respuesta siempre ha sido y será “mi cerveza favorita es la siguiente”.

 

 

Bebidas - Cerveza - Ley de pureza alemana
23 de octubre del 2018

La ley de pureza alemana

Spoiler, no voy a hablar románticamente sobre ella, sino más bien a romper sus mitos.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por:

 

Si me dieran un peso cada vez que veo una etiqueta presumir de cumplir la Reinheitsgebot, mejor conocida como la ley de pureza alemana, tendría como para comprar dos caguamas y de las grandotas. Y yo también me la creería, si no fuera por mi inclinación natural a cuestionar todo. Evidentemente nunca fui el alumno favorito de mis profesores.

 

Los alemanes presumen mucho de su cultura cervecera y la joya de la corona es la Reinheitsgebot. Esta ley (al menos la original de 1516) restringía los ingredientes que se podían usar en la cerveza a sólo agua, cebada y lúpulo. Los granos malteados eran una tecnología que aún no se desarrollaba y la levadura todavía no era descubierta como la conocemos, por lo que quedaron excluidas. Esto era así porque la comida escaseaba, el trigo y centeno se usaban principalmente para hacer pan y por ello se prohibía su uso en la elaboración de cerveza. Y no fue sino hasta 1918, dándole al clavo a una extraordinaria campaña de branding que vendría después, que se le empezó a llamar Ley de Pureza, la Reinheitsgebot.

 

Como toda ley debería, ésta ha sido actualizada conforme los años para mantenerse vigente a las necesidades y tecnologías conforme se van descubriendo, siendo la más significativa la de 1993 (que es a la que se suele referir cuando se presume de respetar esta ley) la cual permite que las cervezas de fermentación alta  – las que llamamos Ale – puedan ser elaboradas con cualquier grano malteado. Mientras que las lager, el verdadero orgullo alemán, son más restrictivas y sólo permiten el uso de los cuatro ingredientes esenciales: agua, malta de cebada, lúpulo y levadura.

 

La industria cervecera alemana, sobre todo la de lagers de consumo y producción masiva, ha perpetuado la leyenda de que esta ley le da superioridad a sus cervezas, pues les conviene hacerlo por marketing. Y aunque estas limitaciones han funcionado muy bien para definir lo que la cerveza es hoy en día, corta mucho la creatividad que un productor podría tener.

 

Para mantener vivo el mito, en 2013 la asociación cervecera alemana buscó que la UNESCO diera a la Reinheitsgebot el título de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad (algo que he promovido se le dé al disco “Discovery” de Daft Punk) a lo cual la UNESCO respondió que no pretendían reconocer una ley que limitara y diera restricciones. Curiosamente en 2016 se le dio este título a la cultura cervecera de Bélgica, que es por mucho la que menos restricciones le pone a los productores sobre cómo hacer sus cervezas.

 

La Ley de Pureza Alemana es un tema sensible y algunos podrán verla aún con admiración. Yo no y la veo como lo que es, una gran herramienta de marketing actual que está quedándose atrás con las tendencias de hoy en día, y lo digo mientras bebo una deliciosa English Pale Ale con albahaca y yerbabuena que hice recientemente.

 

 

05 de abril del 2018

La cerveza ¿de lata o de botella?

¿Cuál sería el mejor tipo de empaque?
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por: internet

Si me preguntas a mi desde mi punto de vista de consumidor sobre qué tipo de empaque prefiero mi respuesta es sencilla: barril. Si me preguntas lo mismo desde mi punto de vista de productor, la respuesta es la misma. Como consumidor, las ventajas de este recipiente son muchas y la más clara desventaja es que, para el nivel de consumo en casa, es bastante complicado tener un barril o variedad de estos; como productor es porque requiere menos trabajo llenar puros barriles que embotellar, pero ese soy yo siendo perezoso.

 

Regresando a la pregunta original, tendría que elegir, como consumidor que soy, a la lata. Enfriarla es menos tardado, requiere menos espacio y el peso es considerablemente menor. Por supuesto que aun siendo lata, termino sirviéndola en un vaso como es el protocolo del buen gusto, al igual que la botella, pero me alegra ver que varias de nuestras cervezas favoritas están teniendo también alternativa en lata para esos latosos (see what I did there) que preferimos este tipo de recipiente.

 

Conozco lo complicado que puede llegar a ser para los productores el enlatar nuestro producto, desde el costo de la maquinaria necesaria como los volúmenes requeridos para hacer una orden de latas y sobre todo el estigma del consumidor que ve las latas como un empaque inferior, por lo que no espero ver a muchos utilizando este tipo de envase pronto, desafortunadamente.

 

Defendiendo la botella, encuentro más atractiva visualmente este tipo de empaque, sobre todo cuando hablamos de botellas de 650ml o más, ese tamaño celebratorio para compartir suele ser llamativo. Por ejemplo, durante un evento, hace un par de semanas que tuvimos en la cervecería, saqué una botella de tres litros para compartir con mis amigos de una experimental que hice y bastante gente se acercó a preguntar sólo por la botella.

 

Desafortunadamente, la botella es muy vulnerable a los efectos del sol y, en específico, a los rayos ultravioleta, que es lo que causa ese defecto en la cerveza que conocemos como “azorrillado” y no es causado porque “se enfríen y calienten” como el mito ha hecho a muchos creer, pero otro día hablaremos sobre mitos en la cerveza.

 

De hecho, si te pones a pensarlo, el barril no es más que una lata muy grande, o la lata puedes verlo como un barril más chico. Aunque si te pones a pensar mucho las cosas, tampoco tendría sentido catalogar a los avestruces como aves, si no vuelan.

 

 

06 de marzo del 2018

Session Beer: Lo complejo de la simplicidad

Porque en la cerveza “menos es más”, también aplica.
Redacción por: Eslem Torees
Fotografía por: internet

Los que me conocen saben que me gusta tomar (y comer, y gritarle a otros conductores mientras manejo), pero no me gusta emborracharme. Por eso disfruto, valoro y prefiero las cervezas de baja graduación alcohólica, todo lo que tenga menos de 5% de alcohol suele ser mi primera opción.

 

A esto se le conoce como cervezas de sesión, o Session Beers, cervezas de bajo contenido alcohólico con alta “bebilidad”, refrescantes y bien balanceadas. Pueden ser una gran herramienta para empezar a atraer personas que aún ven a la cerveza “artesanal” como demasiado fuertes o intimidantes. Para los fanáticos más hardcore de la cerveza, esta categoría suele ser poco atractiva, pues usualmente buscan productos más complejos, intensos y altos en alcohol, sobre todo en la fase de experimentación. Eventualmente regresamos a las cervezas que fueron hechas para tomarlas sin diseccionarlas, a diferencia de estas otras extravagancias que si son diseñadas para ello.

 

Pero si son tan sencillas, ¿por qué son tan complicadas de hacer? La razón es que requieren mayor precisión y pericia en su elaboración ya que, al ser tan “simples”, los errores de proceso y sabores indeseados pueden ser, de tenerlos, más evidentes que en las cervezas más exóticas. Al tener menos alcohol también son vulnerables a contaminaciones de no tener el equipo bien preparado y sanitizado. El alto alcohol, así como sabores muy intensos pueden enmascarar ciertas desviaciones comunes como DMS (sabor a verduras cocidas), Diacetil (Mantequilla) o Acetaldehído (Manzana Verde). Esto, claro, a niveles “bajos” que serían más evidentes en cervezas de sesión.

 

Hay estilos clásicos que entran en esta categoría, como las Pilsner o las Viena en las lagers, las Bitter o las Dry Stout en las ales, pero virtualmente cualquier estilo puede “sesionarse” y bajarle el alcohol manteniendo el balance y las características que hacían al estilo ser el mismo, como el ejemplo del moderno Session IPA que mantiene esa amargura e intensidad aromática por la que es conocida, pero con un alcohol más amigable que el IPA tradicional.

 

Hay estilos que “sesionar” sería absurdo, por ejemplo, un Session Barley Wine sería una estupidez porque eso sería una Old Ale o una English Pale Ale. A veces, antes de ponernos creativos con los nombres, deberíamos estar seguros que no exista ya con algún otro nombre.

 

Recomiendo siempre darle una oportunidad a esta categoría, aunque como ustedes, disfruto de esas Imperial Stout de 10% de alcohol con canela, vainilla, chocolate añejadas en barricas de Bourbon, pero una bien ejecutada Viena Lager me vuelve loco y seguramente rondará frecuentemente mi refrigerador.

 

 

11 de enero del 2018

La “artesanalidad” en la cerveza y otros monstruos

Diferencias entre una micro-cervecería y una cervecería artesanal.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por: Internet

Siempre me ha causado un conflicto el término “cerveza artesanal” porque puede implicar dos cosas. Una, que quien la hace es un artesano, o dos, que el producto es una artesanía. Ambas son un error. No me mal entienda, no es que estos sean negativos, pero no son los atributos que deberían definir el producto ni a su productor.

 

Empecemos por una realidad que seguramente a varios nos costará trabajo aceptar: hacer cerveza NO es un arte, es un oficio (una tal vez sutil, pero muy importante diferencia) y como tal, el técnico que lo realiza busca repetibilidad y consistencia. Éstas dos, junto a buenas prácticas de producción, dígase, cervezas sin contaminaciones ni off flavors, es lo que nos da una bebida de calidad. El artesano se permite ciertas variaciones pues es parte de esa identidad artística lo que hace que su obra sean piezas únicas y no hechas en masa.

 

Pero entonces, ¿por qué le decimos “cervecería artesanal” a las “micro cerveceras”? Por una mala traducción. Cuando empezó a conocerse más el concepto de cervezas de pequeños productores en México, nuestros vecinos del norte llevaban años de adelanto en ello y ya tenían su categoría, nombrada Craft Beer. Sin embargo, al traducirlo pasamos el “craft” a “artesanía”. Son primos hermanos, pero no es una correcta definición.

 

Hay casos muy específicos donde la “artesanalidad” sí es aplicable, como los productores de Lambic, cervezas “espontaneas” elaboradas en una región muy específica de Bélgica donde el productor deja que los microorganismos en el ambiente tomen el control del producto y lo lleve a donde éstos quieran. Procesos similares se ven por todo el mundo, donde la microbiota del ambiente es tan particular que es virtualmente imposible replicar en otros lados. Ejemplos de esto lo tenemos relativamente cerca, en Austin, Texas, donde se encuentra uno de los productores de cervezas “salvajes” más importantes del mundo, Jester King. Sus bebidas son famosas por esa inconsistencia y variabilidad sutil que las vuelve más una artesanía, pero eso es lo que ellos buscan y aquí es importante recalcar eso, que es la intención del productor lograrlo y no un accidente o error que quieren pasar como un acierto.

 

Es bien romántico hablar de artesanía y glorificar un proceso, como lo es hacer cerveza, pero a veces esto hace más daño que beneficio. En especial cuando el hacerla en cubetas y en la cocina de tu casa lo intentas hacer pasar por algo positivo. Si lo aplicas bien, puede que incluso eso lo hagas parecer una bonita historia. Me estoy disparando en el pie y seguro me van a regañar, pero meh, ya me han regañado otras tantas veces.

 

 

01 de octubre del 2017

El regreso a la normalidad

No necesariamente local significa calidad. Hay que hacer hincapié en consumir lo local bien hecho.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por: internet

La revolución cervecera “artesanal” (digámosle así a la cada vez mayor demanda de producto interesante y bien hecho [digámosle bien hecho a cervezas sin defectos, off-flavors o contaminaciones]) se ha convertido en una de las primeras más grandes objeciones a la innecesaria globalización de los alimentos y bebidas. Y esto es más importante de lo que parece a primer vistazo.

 

Representa el gradual triunfo de la identidad de cada producto y su lucha contra la mercantilización (commodification si le pegas al gringo). El consumidor busca y espera una variedad real en lo que consume, no sólo que sea lo mismo con otra etiqueta, y además espera que los que están detrás de esas marcas representen la misma idea que su producto está vendiendo.

 

Desde hace tiempo he venido promoviendo esta idea, lo que gente más experta que yo en el tema de los alimentos llama “regreso a la normalidad”, que es consumir local pero con la fuerte insistencia en que no necesariamente local significa calidad sino hacer hincapié en consumir lo local bien hecho.

 

Esto no significa cerrarnos a culturas del exterior y productos de fuera, es de hecho todo lo contrario lo que nos permite regresar a la normalidad gracias al viejo dicho “piensa global, actúa local”. No es querer copiar lo de fuera, sino aprender de ello y adaptarlo a nuestra realidad local. Buscar como productores propuestas más desafiantes y arriesgadas, porque aun siendo local y de calidad, los consumidores nos cansamos de esas falsas variedades ¿Cuántas cervecerías no abren con un estilo que con algún otro productor ya tuvo éxito? ¿Cuántos restaurantes no abren cada semana ofreciendo un menú que bien podría ser un copy-paste de otro que vende el mismo tipo de alimentos? ¿Cuántos dueños le ponen más empeño en la identidad gráfica que en el producto que ofrecen? Tener más cantidad de lugares no significa en realidad que estemos teniendo verdaderas opciones.

 

No dejemos que el miedo a perder usos y costumbres nos quite la oportunidad de mejorar lo que se pueda mejorar, de cambiar lo que se haya que cambiar y eliminar lo que tenga que ser eliminado. Es de sabios cambiar de opinión.

 

 

02 de septiembre del 2017

Pretenciosamente añejables

Botellas que puedes guardar en cava y que evolucionan favorablemente.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por: internet

Las cervezas NO mejoran con el tiempo, evolucionan. Algunas más favorablemente que otras, pero mientras que el “mejor” es completamente subjetivo, el evolucionar es la realidad química detrás del acto de añejar una botella.

 

Dicho lo anterior, no todas se benefician con añejamiento. Hay ciertas características muy específicas qué buscar para encontrar esas pequeñas joyas que son la envidia de los cerveceros más exigentes. En el argot del beer nerd a esas les llamamos “ballenas”.

 

Son hechas por cerveceros para cerveceros. Y así como disfrutamos cervezas “de batalla” como Pale Ale, Pilsner y Porter, que son sencillas de tomar, a veces queremos algo complejo, desafiante y que tomes a sorbos y platicada. Es algo así como el disco “Rumors” de Fleetwood Mac, evidentemente hecho por infieles para infieles (no lo digo yo, lo dice la ciencia y mira que me gusta mucho ese disco).

 

¿Qué debemos buscar en una cerveza para añejar? Particularmente encuentro sólo cuatro estilos que valen la pena.

 

English Barley Wine. Es el papá de los pollitos en lo que respecta a añejamiento. Mucho sabor a malta, esteres, una amargura balanceada, azúcares residuales, alcohol alto para soportar los años. Seis a ocho años con buen cuidado, diez a 15 años algunos ejemplos bien elaborados y hasta más de 50 los excepcionales. Seguramente sólo Harvest Ale de JW Lees o Thomas Hardy’s.

 

Imperial Stout. Este estilo en lo particular genera, bajo ciertas características, un incomparable sabor a cereza negra que no he encontrado en otras. Sin embargo, sus fortalezas son igual sus desventajas ya que no tienen tantos años de vida. 3-5 años los ejemplos más extraordinarios, pero la ventaja es que de 6 meses a 1 año ya encuentras características de oxidación favorables.

 

Quadrupel. También conocido como el Belgian Strong Dark, vendría a ser el Barley Wine de los belgas. Mucho menos amarga que los ejemplos anteriores y con notas intensas a frutos secos cuando se añejan. Cinco a diez años en condiciones óptimas, o más de 30 para ciertos ejemplos trapenses (Chimay Azul, es un ejemplo de esto y la puedes encontrar hasta en el supermercado).

 

Gueuzes. Este es sin duda mi estilo favorito para añejar, pero también el más difícil de conseguir. Contrario a todo lo anterior, éstas son de bajo alcohol, bastante sencillas en su perfil de malta y lúpulo. Pero aquí quienes hacen la magia son las levaduras y bacterias con que se elaboran, siendo el brettanomyces el estelar en el potencial que éste puede generar. Usualmente cuando compras una gueuze ya viene añejada pues es una mezcla de cerveza lámbica de uno, dos y tres años en distintas proporciones.

 

Es bastante divertido el empezar a armar tu cava, pero es más divertido cuando te las tomas y haces una cata vertical (misma cerveza, distintos años) y sería aún más divertido que me inviten cuando la hagan, por favor.

 

 

01 de agosto del 2017

El fundamental papel de la mujer en la cerveza

Sin cerveza no hubiera civilización y sin mujeres no habría cerveza.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por: internet

Históricamente las mujeres fueron el pilar fundamental en la cerveza ya que, desde los inicios de esta bebida y hasta la revolución industrial, se le veía como parte de la alimentación, no sólo como una bebida embriagante. Y como a las mujeres se les daba la tarea de preparar los alimentos eran ellas las que la elaboraban.

 

Pero no me mal entienda, la mujer no lo hacía solamente por el yugo inquisidor del hombre que las relegaba a la cocina, esto era todo un ritual pagano que involucraba a la mujer por su relación con dar vida y la fertilidad. Cuando aún no se entendía la fermentación, el hombre ponía una explicación a todo dándole un dios, en este caso una diosa, siendo la más famosa Ninkasi, cuyo himno es la receta de cerveza más antigua descubierta hasta ahora.

 

El lugar de la mujer en la cerveza primitiva era alto en jerarquía y aquellas que hicieran los mejores caldos llegaban a aspirar a ser mujer de reyes, jefes de tribus y demás títulos que se usaban. Un extracto de “El libro del amante de la cerveza” nos cuenta una historia que vale mucho la pena para poner el contexto del porqué esto era importante:

 

Casado ya con Signy, el rey Alrekr desposa a Geirhildr siguiendo el consejo de un cortesano que la ha visto aplicándose a la preparación de cerveza. Como las dos esposas no se entienden, el monarca decide conservar a aquella que a su regreso de la guerra le haya preparado la mejor cerveza. Ambas reinas rivalizan de inmediato y, mientras Signy invoca a Freyja, Geirhildr llama en su auxilio a Odín. A guisa de fermento, Odín presta su saliva y asegura el triunfo de Geirhildr. Aquí pues, la intervención divina se aviene a la medida de las apuestas políticas y religiosas. El rey que hace competir a sus dos esposas no busca la mejor “cocinera” sino aquella mujer cuya cerveza atraerá los favores de la divinidad más poderosa.

 

Pero no era todo, también el código de Hammurabi amenazaba que aquellas mujeres que estafaran o hicieran con alevosía alguna maldad en su cerveza serían ahogadas en el río. En las islas británicas, durante la edad media, gran porcentaje de la fabricación de cerveza era a nivel doméstico, pero eso no significa que era sólo para el hogar, sino que las mujeres llamadas brewsters o alewives lo hacían para traer dinero legítimamente porque, o eran viudas, o en estaban en circunstancias difíciles. Estas alewives ponían un pequeño arbusto sobre su puerta como señal de que ahí había cerveza a la venta.

 

Monterrey y el área metropolitana tiene un gran consumo de cerveza por mujeres y con las artesanales vemos su agrado por sabores más fuertes, desafiantes y exóticos. Todo lo contrario a lo que muchos han creído, así que cuando alguien diga “Es una cerveza para mujer” creo que vale la pena replantearnos lo que esto significa.

 

 

14 de mayo del 2017

Guía rápida para ser un gran catador de cerveza

El mercado va a ser tu mejor aliado para ello, no es broma.
Redacción por: Eslem Torres
Fotografía por:

¿Recuerdas la escena en Ratatouille cuando el crítico prueba un bocado y se remonta a su infancia? Bueno, ese Efecto Ratatouille, como le decimos algunos, es por el olfato. Es el sentido más antiguo que tenemos y el cual tiene una comunicación directa al cerebro, por eso es tan poderoso.

 

Mientras que nuestras papilas gustativas tienen un límite en la variedad de sabores que pueden percibir (ácido, amargo, dulce, salado y sabroso [umami]) el olfato no se sabe con seguridad la cantidad, por lo que podríamos considerar que hasta el momento son un chingo. Precisamente esto es lo que nos ayuda a ser un buen catador de cerveza (y me atrevería decir que hasta para catar cualquier cosa, pero la cerveza es mi área de expertise, por lo que dejémoslo así), el olfato y la memoria.

 

Cuando uno busca probar cervezas con el fin de evaluar sus características organolépticas lo que en realidad buscamos es esos sabores y aromas a los que nos recuerda. Pero, ¿cómo pretendemos que nos recuerde a algo que no hemos olido aún? Hay que oler, oler de todo, agradable y desagradable, esto es lo que nos da la experiencia y habilidad necesaria para poder ser un gran catador.

 

Mi entrenamiento regular consiste en cada que voy por el supermercado o al mercado de abastos acercarme a los productos que ofrecen y olfatearlos cual sabueso. No recomiendo olfatear personas porque es ligeramente incómodo de explicar a quién estabas oliendo el porqué lo hacías, pero cualquier producto que no te pueda cuestionar es válido. Principalmente y mi recomendación inicial es buscar los siguientes productos.

 

Cereales. La malta de cebada, que es el principal grano con el que se fabrica cerveza, nos da una gama de distintos aromas y sabores que nos recuerdan a pan, miel, caramelos, chocolates, tostados, por lo que oler derivados de estos es útil para distinguir los aromas provenientes de la malta.

 

Frutas y herbolarias. El lúpulo, tan de moda hoy en día, nos suele dar características desde lo fruto-tropical, hasta lo herbal-floral, lo mejor es familiarizarte con frutas y hierbas de olor para que estés filoso en este apartado.

 

Especias. Hay estilos de cerveza que nos recuerdan a especias por sus compuestos que se generan durante la fermentación gracias a su levadura y muchas veces en cantidades pequeñas que cuando tienes un olfato agudo y entrenado te será sencillo reconocerlos.

 

Acetona y vinagre. Estos aromas suelen venir en cervezas fabricadas mal o con contaminaciones, éstas dos son una de las mejores herramientas para detectar producto defectuoso.

 

Y así es como tú, estimado lector, puedes ser un gran catador de cerveza. O puedes, como yo, dejar a un lado la evaluación organoléptica para cervezas más elaboradas y beber, sin preocupación ni esfuerzo, una buena cerveza, la bebida más amigable y democrática que hay.

 

 

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