17 de julio del 2017

Barbacoa los domingos

Al mediodía el hambre arrecia acompañada de sed de la cruda. Barbacoa será la solución.
Redacción por: Jorge Mireles
Fotografía por:

 

Porfirio Díaz fue exiliado en el ocaso de su vida, pero dudo mucho que extrañara la comida mexicana pues pasó los últimos días de su éxodo en Francia, país al que siempre le tuvo un recelo malinchista.

 

José “el Jamaicón” Villegas, por el contrario, tiene un síndrome con su nombre: el “síndrome del Jamaicón” es vivir en el extranjero y extrañar a muerte la comida de tu tierra (aunque también tiene otras connotaciones alusivas a estar fuera de casa). Cuenta la leyenda que el integrante del “Campeonísimo” Chivas de mitad de siglo XX dijo en un viaje con la Selección Mexicana a Suecia: “¿Cómo voy a cenar si tienen preparada una cena de rotos? ¡Yo lo que quiero son mis chalupas, unos buenos sopes o un rico pozole y no esas porquerías que ni de México son!”*.

 

Este texto –y espero que el resto que se desprendan– será un poco jugarle al Jamaicón pero siendo un punto medio entre el futbolista y el autócrata mexicano en mis pasajes culinarios fuera de la Sultana del Norte. Ni tan tan, ni muy muy.

 

Bien dicen que la nostalgia es lo que más vende. Nada más volteen a ver el reencuentro-bodrio casi semestral de OV7 (-Kalimba)+Kabah (¿cuándo fue la última vez que estas bandas “hicieron” música?).

 

Pero nadie es ajeno a ello y me declaro víctima de esto cada vez que regreso al Monterrey de mis amores: la comida sigue siendo la misma de cuando me fui por última vez –tampoco es que viva tan lejos– pero estaría dispuesto a cruzar la ciudad para probar otra vez los piratas que gustosamente engullía a las tres de la mañana, cada viernes o sábado, en el mismo lugar de siempre hace algunos años.

 

En el capítulo de hoy, la piedra angular de todo domingo: la barbacoa. Un amigo alguna vez me dijo: “No hay necesidad de especificar cuando te preguntan ‘¿Vas a ver el partido?’ porque sabes que ‘el partido’ es de Tigres o Rayados”. Esta hipérbole de identidad regia aplica igual que el platillo en cuestión. ¿Quieres barbacoa? Infieres que es de la buena, la dominguera, la de res.

 

Sábado, cerca del mediodía, y el hambre arrecia acompañada de la inherente sed de un día de cruda. Barbacoa será la solución. Pero la sorpresa viene cuando no la encuentras en el puestecito sobre ruedas con calendario de San Juditas Tadeo colgado y la radio grupera de fondo.

 

Oh no, aquí es en un mercado-tianguis rodante y la seño te pregunta: “¿Vas a querer de maciza?”. ¿Me está albureando o de qué se trata? Y no, no era albur, era de borrego. Salsa más bien sabor a Tlaquepaque y una coca para pasarme el desencuentro. Sobra decir que pené esa noche pegado a mi celular en el baño de un restaurante, expiando mis pecados.

 

Lejos quedan los días de la barbacoa en bolsa, la de tonalidad oscura, sabor fuerte, lista para unas tortillas de harina y el partido de mediodía en turno (viejo hábito de desayunar siempre tarde en fin de semana).

 

Tan arraigada es esta pieza de la gastronomía regia que recuerdo la famosa respuesta después de que alguien te contaba haber llegado a las seis de la mañana con regaño de padre incluido: “¿Y llevaste barbacoa?”.

 

 

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jorgemirelesh.tumblr.com

 

 

*. Calderón Carodoso, C. (2006). Anecdotario del Futbol Mexicano. México: Ficticia.

 

 

 

Las opiniones que aparecen en esta columna son responsabilidad del autor y no necesariamente las de este medio".
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